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Miguel Ramón Monegal: Esculpiendo un rompecabezas

Miguel Ramón Monegal: Esculpiendo un rompecabezas
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Siempre es gratificante pasear por la parte antigua de la ciudad, las emblemáticas plazas de Cort, de Santa Eulalia, de Sant Francesc, de Es Pes de sa Palla, son algunas de las más cercanas a su taller situado en la calle Monti-sión, donde nos citamos. Llegamos casi al mismo tiempo.

¡Qué alegría verte Miguel! – Lo mismo digo. Hacía tiempo que hablamos de vernos y ponernos al día.

Abre una puerta de cristal, luego otra de madera y entramos. En una primera sala hay esculturas y pinturas de sus trabajos coloristas y en la sala inferior el espacio nos retrotrae a otro tiempo. Parece que formemos parte de una antigua estampa, bloques de barro, herramientas, gubias, cuchillos, cinceles, trabajos en bronce, en pasta de cuarzo y sus últimas esculturas, elaboradas con barro azul. Un trabajo elegante, pero todavía en fase de pruebas.

Un ambiente íntimo donde se desenvuelve un inventor de sensaciones. ¿En este estudio es dónde el autor transita entre el sufrimiento y la satisfacción, entre la soledad y la tranquilidad?

Por supuesto, aquí es donde he pasado horas, días, meses de mi vida, pensando, proyectando, diseñando, peleando conmigo mismo para dar un estilo a mis piezas y sí, aquí es donde se llora y se ríe en secreto, donde uno está completamente solo.

Hijo de Ana Rosa ama de casa con el trabajo que da cuidar de cinco hijos y de Antonio que fue director de oficina de La Caixa, fallecido hace 19 años, Miguel Ramón Monegal nace en Palma un 7 de agosto de 1967.

el mismo año en que la prensa destacaba la llegada del bikini a España con las turistas venidas del norte de Europa, una minúscula prenda que dejaba demasiado al descubierto, en junio se alcanzaba la cifra de un millón de visitantes y ya se hablaba de poner techo turístico, una de las noticias de más alcance en octubre era la celebración del Campeonato de España de Ajedrez en el Hotel Jaime I ubicado en el Paseo Mallorca, los norteamericanos continuaban con su lucha en Vietnam y los manifestantes salían a la calle para pedir el fin de la guerra, la Comunidad Europea ponía en práctica un nuevo impuesto, el IVA, en junio sucedía la “Guerra de los seis días”, el recién creado estado de Israel en una guerra relámpago se enfrentaba a sus vecinos de Egipto, Siria y Jordania, uno de los acontecimientos para los niños era la “Fira del Ram” que tuvo distintas ubicaciones, aquel año se celebraba en la Plaza del Tubo, la música pop rock encabezada por Beatles, Beach Boys y The Doors, se presentaban las esculturas; la caricia d’un ocell de Miró, Chicago Picasso, A line made by walking del británico Richard Long y El cimarrón desconocido o Le Marron Inconnu estatua en bronce que representa la abolición de la esclavitud ubicada en Puerto Príncipe del escultor haitiano Albert Mangonés.

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El primer puzle del que se tiene constancia se fabricó en 1760 y el autor fue un londinense, de profesión cartógrafo llamado John Spilsbury. Desde entonces la afición a completar rompecabezas se expandió por los cinco continentes.

Algunas de sus piezas se presentan estructuradas a modo de puzle. Con las esculturas y también las traslada a pinturas.

¿Cuál es el motivo?

Empecé a desestructurar, romper las piezas de una forma controlada

motivado por la necesidad de un cambio. Quería dejar de obsesionarme, de ser tan perfeccionista. Así que empecé a trocearlas cuando las tenía listas, trabajaba cada fragmento y los cocía en el horno. Después volvía a componerlas sin encajar bien lo cual me cabreaba, y volvía a colocarlas perfectamente, lo que casi era imposible. Aún así, el resultado me sorprendía y me gustaba más esa imprecisión, las pintaba, algunas con colores extremos. Se puede decir que estas obras son tres en una. Después pasé a realizarlas con formas de puzles. Y habitualmente de cada escultura hago una pintura. Siempre me ha gustado lo de colocar piezas. Mis abuelos por parte de madre hacían puzles enormes y mi madre también y yo ayudaba. Todavía sigo haciendo.

Ya que hemos colocado piezas, vamos ir conociéndole a base fragmentos y componiendo un puzle con su biografía.

Le pido que cierre los ojos y nos narre un recuerdo de su infancia…

Vivíamos en un segundo piso de una casa del barrio antiguo de la Plaça des Mercat de Palma, mis padres y mis 4 hermanos: Esteban, Adela, Toni y Jorge. En frente nuestro vivían mis tíos y primos y en el piso de abajo mis abuelos. Recuerdo cuando nos juntábamos todos en la casa de mis abuelos que era muy grande. Éramos un poco gamberros y nos dejaban jugando en la terraza para evitar que fuéramos por toda la casa. Tenían una sala que llamaban la sala buena, a la que presuntamente no podíamos ir. Nosotros nos la ingeniábamos para recorrer toda la casa y las habitaciones. En navidades buscábamos donde guardaban los turrones que habían elaborado y nos comíamos las “neules” (obleas) donde estaban apoyados. Al final siempre nos pillaban.

¿Cuál era su juguete favorito?

Me encantaban los Madelman. Tenía una notable colección. Y también un camión que pedí a los Reyes magos, era muy grande e iba con pilas y lo conducía con mando y cable enganchado al camión. No tenía claro que me lo fueran a traer y cuando lo vi, la ilusión fue tremenda, no me separaba de él, conduciéndolo por la casa todos los días.

Un apunte sobre sus estudios

Estudie en el colegio Luis Vives, luego en la UIB hice Biología.

A nivel artístico fui a la academia de dibujo de Paco Gaita y a la de Joan

Vich. La formación como escultor fue gracias a mi maestra Isabel Ballester. Fui a varios cursos de escultura de diferentes materiales que se impartían en la Bisbal (Girona) y tuve la suerte de que me becaran para ir a un curso en el Escorial impartido por el fallecido escultor madrileño Julio López.

Un pasaje de su adolescencia

El viaje que hicimos con el colegio a Italia. Me impresionó la ciudad de Florencia, sus edificios, la cantidad de arte que había por todos lados, el David de Miguel Ángel. Lo recuerdo como si fuera ayer. Es un viaje que tengo pendiente de repetir.

¿Qué es lo más difícil de vivir del arte?

Cuando uno decide vivir del arte debe estar dispuesto a apretarse el

cinturón. Hay pocos artistas que lo consiguen. Implica sacrificios, no

tienes seguridad económica. Y creo que una de las cosas más difíciles es saber vender. Hoy en día es algo imprescindible y hay que hacer uso de las redes sociales. Eso a mí no se me da bien. Y como hay que buscarse la vida, unos días a la semana hago trabajos de restauración en el taller de Montse y Noemi, amigas de hace tiempo.

Hay artistas a los que no agrada desvelar sus influencias ¿En su caso?

No tengo ningún problema en reconocer que en ocasiones tomamos lecciones de los grandes genios, eso no es malo. Mis escultores favoritos son Plensa y principalmente Giacometti. Admiro la libertad, la obsesión de buscar lo que quería en sus retratos, sus esculturas, con la personalidad que le definió, las caras delgadas, que han influido en mi manera de proceder en el arte.

El escultor suizo Alberto Giacometti es referencia para quienes son aficionados o piensan dedicarse a las artes plásticas. De joven estudiaba en el barrio parisino de Montparnasse, tutelado por Antoine Bourdelle. Pasó de practicar cubismo a realizar piezas surrealistas. En ese ambiente se codeaba con Max Ernst, Picasso, Miró, Breton, Éluard, Sartre, Becket, quienes le consideraban uno de los escultores más notables de la época.

¿Qué le estimuló para ser escultor?

No hubo un motivo en especial. Si es cierto que mi bisabuelo era

escultor, hay una obra suya en Palma en los jardines de plaza de la

Reina. Entré en el mundo de la escultura gracias a una pareja que tuve. Antes había ido a academias de dibujo y lo dejé un poco de lado. Estuve

trabajando como biólogo durante más de 15 años, pero aún así sentía que debía sacar lo que llevaba dentro, siempre supe que volvería a pintar. Cierto día, mi pareja me presentó a una escultora y me aconsejó que me apuntase a clases. Y estuve más de diez años en el taller de María Isabel Ballester, mi maestra, una magnífica escultora y mejor persona. Sus clases, verla trabajar, el contacto con el barro me fueron atrapando.

¿Cómo fue la primera vez que expuso en público?

Fue en 2001 en la Feria de Llucmajor. Me costó decidirme a mostrar mi obra. Fue después de pedir medio año de excedencia en mi trabajo. La verdad es que fue súper bien, vendí mucho y tuve muchos elogios y proposiciones de hacer otras exposiciones. Pero me entró miedo, es el síndrome dichoso del impostor que siempre ronda, la inseguridad, siempre he sido inseguro y lo sigo siendo. Así que volví al trabajo siguiendo con mis clases de escultura. Pero el mejor recuerdo que tengo de esa inauguración es que mi padre que no estaba bien de salud, me dijo sentado en una silla en la galería. – ¡Miguel, Como has cambiado!

Vi su cara con media sonrisa, orgulloso de su hijo, al verme allí hablando con todo el mundo y sabiendo lo tímido que había sido siempre.

Háblenos de sus aficiones…

Me gusta ir a correr y lo practico sobre todo como terapia mental.

Los juegos de mesa, las cartas, jugando en familia, nos tiramos horas jugando al pinacle. Pasear e ir de excursión, aunque hace tiempo que no voy. Viajar, con tranquilidad, saboreando el lugar sin esa obsesión que hay hoy en día de querer ver mil cosas y estar en mil sitios. No soy buen lector, y quisiera serlo, siempre me ha costado quizá por mi dislexia. Aunque cuando me meto en un libro, disfruto.

Tenemos avanzada una parte del rompecabezas. Vislumbramos a un artista que indaga en las raíces, desprovisto de escudos, que le seduce experimentar cada día. Seguimos colocando porciones.

Dígame una película entre sus favoritas

Cinema paradiso

¿Un libro?

“La sonrisa etrusca” de José Luis Sampedro. Ahora estoy empezando a leer “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust. Hace tiempo que lo tengo en mente y voy leyendo, lo voy dejando y regreso.

¿Un tipo de música?

Me gusta mucha variedad de música. La de los 80, la música indie, el pop y el rock , a veces en el taller me pongo música clásica mientras trabajo. La música te cambia el estado de ánimo. Y voy variando dependiendo del día.

¿Qué no le agrada del ser humano?

La falta de empatía. Y creo que cada vez hay menos.

Miguel es tímido, introvertido, permeable, a veces te desconcierta, pasa de inadvertido a protagonista. Se sube al escenario y sabe interpretar el papel que de manera improvisada se requiere en el momento y en la situación. Hay una seña de identidad en la mayoría de sus esculturas, figuras con los ojos cerrados, como si mirasen hacia el interior.

¿Cómo es su día a día?

Depende. Si estoy con la idea clara y con una obra nueva empezada. Llego, la destapo, me siento y la observo durante un rato, a veces me gusta y a veces no, y después me pongo a trabajar. Voy haciendo paradas y a media mañana me suelo ir a tomar un café a alguno de los bares del barrio. Cuando aún no tengo claro la obra que voy a hacer o estoy en fase baja anímicamente, suelo ordenar, pasar tiempo sentado en el sofá, a veces haciendo bocetos que casi siempre rompo y leyendo libros de arte.

¿Qué pasa por su mente y su cuerpo cuando está esculpiendo?

Se pasa por todos los estados de ánimo. Cuando no consigues lo que

quieres, hay cabreo, rabia… descartas lo que haces y vuelves a empezar, te

metes en la pieza, la acaricias, la sientes, te evades. Pero cuando estoy

metido de lleno en la obra, puede acercarse alguien y ni me entero.

¿Dónde le gustaría exponer que no lo haya hecho?

Me encantaría hacerlo en el Palau Solleric

Sus trabajos comienzan a divulgarse con su primera muestra individual en el Casal de ca s’Hereu de Llucmajor, luego vinieron otras individuales y colectivas, galerías, espacios municipales, museos, recintos feriales principalmente en Mallorca, diversas de ellas en Hotel Artmadams, en Menorca, Cataluña, en Estocolmo varias veces, Goteburgo, Málaga, Dinamarca, Murcia, y en la Feria SCOPE Art Deco Center que se celebra en Miami Beach. Una plataforma internacional de arte contemporáneo.

¿Los mejores días de su vida?

Sin lugar a duda los días del nacimiento de mis dos hijos, Pablo y Edu.

¿Un día de su vida que no le gustaría que se repitiera?

En eso tengo un problema en el que trabajo porque hay días o cosas en las que me gustaría actuar de otra forma. Te hablo del tiempo que va del cole hasta ahora. Tengo tendencia a castigarme recordando detalles concretos que cambiaría, que hubiera debido enfrentarlos con otro planteamiento y en realidad, lo que ha pasado, pasado está, y hay que mirar para adelante.

Aunque aquel día que mi madre llamó para decirme que mi padre había fallecido, es el peor día de mi vida.

Le prestan una varita mágica durante una hora ¿Qué haría con ella?

Las tópicas utopías. Eliminar las guerras, el hambre del mundo, que no existiera el egoísmo y la envidia. A nivel personal que apareciera mi padre.

¿Qué es lo mejor y lo peor que le han dicho sobre una obra suya?

Me emociona cuando a la gente le emociona mi obra. Lo mejor es cuando me han dicho que mi obra tiene alma. Y lo peor una persona que pasó por mi estudio y me comentó que unas cabezas mías le daban miedo.

¿Qué parte de la historia del arte le parece la más interesante?

La época del renacimiento. Como me gustaría ir al pasado y pasear por Roma, Florencia y visitar los talleres. ¡Cuántos artistas! Tanto los conocidos como los que colaboraban que quedaban en el anonimato.

Si escudriño entre las características físicas de las esculturas de Miguel se me ocurre diseñar una tabla para surfear sobre el movimiento de un péndulo, porque en su frecuencia advierto las olas en mitad de un océano crepuscular en el que la luz se balancea, y si el elemento principal miraba hacia el norte, ahora se revuelve hacia el este, luego cambia al sur, al oeste y de nuevo al norte. Es el constante ir y venir de un creador que necesita descubrirse a sí mismo y mientras tanto se nos abre en canal a los espectadores, intuyo que es el momento de no dar un paso en falso. Dudo en cómo colocar las últimas piezas de este puzle.

¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?

Estoy preparando una nueva colección para realizar una muestra

individual con las esculturas en las que utilizo la pasta de barro azul.

Marchábamos de su taller estudio y mientras él apagaba las luces me ha dado tiempo de dar una última ojeada. Por unas milésimas de segundo he tenido la impresión de observar unas sombras, Rodin, Giacometti, Brancusí, Henry Moore, tal vez en el silencio, en el vacio de las personas, sus espíritus se reúnen a modo de gran jurado y van puntuando en secreto, solo en lugares seleccionados. ¿Quién sabe, si en las fotos de María descubriré algo que me ha pasado por alto?

¡Xisco! Deja de soñar. Cierra tu cuaderno de apuntes y antes ir para casa nos paramos a tomar un café – Hecho Miguel, le contesté.

Cuándo daba la vuelta a la llave me acordé del juego del puzle. Y es que el arte no es el proceso de componer un rompecabezas, porque siempre faltará un último pedazo, el que queda por crear.

Texto: Xisco Barceló

Fotografías: María Valiente

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    210655 | Doris Duschelbauer - 01/02/2025 @ 17:08:05 (GMT+1)
    Una interesante entrevista sobre la vida y obra de Miguel Ramón Monegal. A menudo paso por su estudio y a veces lo visito para verlo crear sus nuevas obras y hablar con él sobre arte. Un gran artista y muy buena persona.

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