La tarjeta sanitaria, una sinrazón y una vergüenza sin paliativos

Les juro que estoy completamente atónito. He leído y releído en mi centro de salud las instrucciones para renovarse la tarjeta sanitaria y no doy crédito a este despropósito sin paliativos.

Y no me refiero ya a los 10 euros, que a estas alturas y viendo la que se nos viene encima me parece lo menos importante, sino a los trámites que hay que hacer para obtenerla y que suponen elevar la burocracia al máximo y perderse entre papeles, idas y venidas al centro de salud, visitas a los bancos y a las tiendas de fotografía y, por si no fuera suficiente, una espera de varios meses para obtener la tarjeta definitiva y amenazas de que quién acuda con el documento caducado sólo será atendido de urgencia, lo que ya me parece el colmo de la desvergüenza.

Miren ustedes, si me he enterado bien, el primer paso es acudir al centro de salud, provisto de su DNI o cualquier otro documento que acredite la residencia; recoger una serie de documentos y marcharse al banco a pagar los 10 euros de marras. Una vez abonados, hay que volver al centro, con una foto reciente y entregar toda la documentación, recibir una tarjeta provisional y esperar que la empresa encargada de realizar las nuevas, allá por el mes de mayo, la remita por correo al domicilio correspondiente; es decir, una mañana entera perdida para cumplimentar todos los requisitos, porque, además, aconsejan que sea el titular el que realice todo el proceso, para comprobar que no está dando “gato por liebre”.

Por tanto, ya lo saben, quienes trabajen que pidan un día de vacaciones para dedicárselo al Ib-Salut, porque nuestra Conselleria es capaz del más difícil todavía y de complicar hasta el infinito lo que antes era de lo más sencillo. Y, además, si tenemos dudas, hay que llamar a un 900, que es mucho más caro que un 971, para que no falte de nada y el “pack” sea completo.

Y es que, como decía Murphy, “si una cosa puede ir mal, irá por triplicado”.