
"La infanta Elena mantendrá un nivel de representación diferente al que tenía hasta ahora. En este tipo de actos, los de más solemnidad, la presidencia la ejercerá únicamente el núcleo central de la Familia Real (los reyes y los príncipes)". Con estas palabras anunciaba el jefe de prensa de Casa Real, Javier Ayuso los últimos movimientos de Zarzuela, que este viernes se escenificaban causando no poco estupor, sobre todo después de comprobar cómo, sin previo aviso, la duquesa de Lugo era relegada a un segundo plano en los actos conmemorativos de la Fiesta Nacional.
La abrupta decisión, tomada hace tiempo al parecer, originaba todo tipo de especulaciones sobre las razones que la habían motivado. Por lo pronto, esta modificación en el protocolo no se había anunciado previamente a fin de dar carta de naturalidad al cambio de política a seguir -la infanta Elena seguía figurando en la agenda oficial al mismo nivel que los reyes y los príncipes-, por lo que la nueva ubicación de la duquesa de Lugo, en la tribuna de invitados al lado del líder de la oposición Alfredo Pérez Rubalcaba y delante de su secretario personal, Carlos García Revenga, generó no poca sorpresa, al igual que sucedió con la posterior recepción en la que, a pesar de encontrarse en el Palacio Real, la infanta Elena no formó parte de la línea de saludos del besamanos.