El todavía duque de Palma. Iñaki Urdangarín ha sido juzgado y condenado. Poco importa ya lo que en su momento digan los tribunales y lo que decidan los jueces, porque la sentencia ya ha sido dictada por unos y por otros, pese a que en estos momentos ni siquiera está imputado. Y, lo que es peor, si no le condenan, todos pensarán que no lo han hecho por ser quién es.
Me río yo de la presunción de inocencia, porque en este país no existe, más bien todo lo contrario: “Todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contario”. Y hoy le toca a Urdangarín, pero mañana nos puede tocar a cualquiera de nosotros.
Y es que somos un país dado a condenar sin juicio previo, o es que ¿nadie recuerda ya lo sucedido con Dolores Vázquez? Fue acusada, condenada, encarcelada, condenada y al final exculpada. Su inocencia quedó demostrada después de vivir un calvario, pero después de ser masacrada en la hoguera pública el veredicto judicial sirvió de poco, porque la opinión pública sigue convencida de que es culpable y llevará ese estigma de por vida.
Y digo yo, ¿no sería mejor esperar a que los tribunales dictaminen antes de masacrar a Iñaki Urdangarín? ¿Guardar los comunicados para cuando se dicte sentencia? ¿Esperar a que hable la Justicia para hablar nosotros?