Veo cómo este país es informado y recibe con total naturalidad la noticia de que toda la cúpula de la Policía Nacional es reemplazada por otro equipo, debido a que se ha marchado un gobierno y llega otro. Veo, pues, que o bien los salientes, o bien los entrantes, o bien todos son personas con carnet político. El cuerpo de la Policía de este país no puede ser profesional, independiente, con una carrera basada en el mérito, en la competencia, en el trabajo, sino que es una organización en la cual, a partir de ciertos niveles, hay que decantarse hacia la izquierda o hacia la derecha. ¿Y si no se decantan? Pues al ostracismo.
Este es un problema grave, a mi entender. Pero aún más grave es que hoy nadie se rasgue las vestiduras. Aquí no ha pasado nada. Esto es lo normal. Lo tenemos asumido. Así es como debemos funcionar.
Pues no: las democracias serias no funcionan así. En las democracias serias el servicio civil, los funcionarios del Estado -y la Policía de forma muy especial-, los servidores del país, no son reemplazados sistemáticamente; en las democracias serias estos son profesionales cualificados a los que se les cambia la dirección política y que ellos, preparados para acatar lo que los ciudadanos deciden, aceptan, asumen y sirven lealmente.
Lo demás es pandereta africana. Lo demás marca la frontera entre lo que es civilizado y lo que no.