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Pedro Coll o el ojo que nos devuelve la mirada desde la imagen
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Pedro Coll o el ojo que nos devuelve la mirada desde la imagen

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Para completar esta entrevista nos hemos citado con el protagonista en más de una ocasión, me he recreado escuchando atentamente la cronología de sus memorias, conversando de sus experiencias, descubriendo secretos que están entre la visión y el concepto de la instantánea. Me ha sorprendido su vigorosidad, su energía, su alegría por tantas cosas vividas y por tantas que desea materializar.

¿Nos vemos y tomamos café? Te mostraré mis últimos libros, uno dedicado a La Habana y otro a la Fiesta de Sant Joan de Ciudatella un trabajo de fotografías hasta hoy inéditas que comenzó en 1976.

– ¡Por supuesto que sí! - le dije, y quedamos en un bar de la plaça de Cort.

Pedro Coll López nace el 7 de octubre de 1947 en Mahón, año que comenzaba en miércoles y en el que aparecía en Hamburgo el semanario político Der Spiegel, Edwin Land mostraría por primera vez una cámara instantánea de fotos, la Polaroid Land Camera, comenzaba la era de los ovnis cuando Kenneth Arnold divisaba desde su avioneta nueve platillos volantes, en junio se alcanzaban las temperaturas más altas jamás registradas en Suecia y en Bélgica, Pakistán y la India se independizaban del imperio británico, de acuerdo con la nueva Constitución Japón se transformaba en una monarquía, se ponía en marcha la ayuda del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, se anunciaba el despegue de la empresa El Caserío en Mahón que se consolidaría como una marca de nivel internacional, fallecían; Manuel Machado, Al Capone, Henry Ford, Ernst Lubich, nacían; David Bowie, Ángel Nieto, Paul Auster, Elton John, Paulo Coelho, Johan Cruyff, María del Mar Bonet, Salman Rushdie, Paco de Lucía, Carlos Santana, Victor Manuel, Arnold Schwarzenegger, Glenn Close, se estrenaba; Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams, se editaban; La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes, La peste de Camus, El diario de Ana Frank de Otto Frank y La Perla de John Steinbeck.

Sus padres Miquel, abogado del Estado y Ana, ama de casa, tuvieron descendencia y por este orden; Pedro, Santiago, Magdalena y Miquel.

Alguien decía que en la piel se graba el paso de nuestro tiempo. Si así fuera ¿Qué podríamos leer en la suya, de sus primeros años?

Recuerdo que mi padre era una persona exigente en la formación, a veces su presión me desorientaba. Teníamos la residencia en Palma, estudiaba en Ramón Llull y una de las pocas vías de escape era ir al cine Augusta o al cine Borne, en cambio se me abrían las puertas de la libertad, dónde pasábamos los veranos en la localidad menorquina de Es Castell. Todo el día en bañador, buceando, practicando vela, pescando pulpos, mis magníficos amigos, una felicidad total. Dos mundos totalmente opuestos.

También disfrutábamos de ir a una finca de mi abuelo materno en Barcelona, un lugar que nos parecía la selva o un bosque encantado. Mis hermanos y yo, inventábamos juegos en mitad de aquel paraíso.

Desde muy joven se interesa por la literatura…

Mi padre tenía una biblioteca enorme, con todo tipo de libros. Me interesé por los clásicos como Pio Baroja, Unamuno, Pérez Galdós. Tendría trece o catorce, cuando un día le pregunté - ¿Porqué no escribes un libro?

yo esperaba alguno de sus dictámenes jurídicos, pero solo me miró y se quedó pensativo. No sé si llegó a plantearse lo que con el tiempo descubrí; una cosa es escribir bien y otra es ser escritor ya que poco después empecé a practicar la escritura y a él eso le caía en gracia, me llamaba “Pedro el escribidor”.

Siendo adolescente lo intenté con la poesía, me centré en narraciones cortas y me atreví con mi primera novela que aún guardo.

A mi padre le debo todo, el sentido de la responsabilidad, el respeto al ser humano, la pasión absoluta por lo que decidas hacer en la vida. Era estricto, pero comprensivo y muy humano.

¿Cómo fue el estudiante adolescente?

Cursé mis estudios básicos y bachiller sin estridencias, algún suspenso. Era muy fantasioso y mi principal interés estaba fuera del colegio.

A los dieciocho marcha a Salamanca…

Decidí estudiar Derecho como salida más segura y fácil al mismo tiempo, ante la poca información y las típicas opciones universitarias del momento; médico, arquitecto, ingeniero, ninguna de esas profesiones me provocaban interés.

Me inscribí en un Colegio Mayor de Salamanca. Aquella ciudad era una olla a presión, tanta que se despertó en mí una creatividad inusitada. Estando allí resucitamos una compañía que años atrás había creado Lorca; “El carro de la alegría”. Durante siete días recorrimos Las Hurdes actuando en diferentes pueblecitos con la obra “Los títeres de cachiporra” una pieza para polichinelas. Fue una experiencia increíble.

¿Cuando comienza su relación con la fotografía?

Rebobino y voy unos capítulos atrás hasta mi primera comunión. Mi padre me regaló una cámara de baquelita que al principio no me la dejaba usar por miedo a que la rompiera. Ya cuando era estudiante en Salamanca se presentó con una Yashica Mat y desde aquel día no he parado de inventarme tramas.

¿Qué ocurre cuando acaba sus estudios de Derecho?

Mi deseo era dedicarme a la fotografía, pero no quería decepcionar a mi padre. Le escribí una carta donde le explicaba la verdad, al final no se la mandé y todavía la conservo.

Comencé a ejercer la abogacía y durante cinco años nunca renuncié a mi sueño. No hacía más que buscar tiempo para informarme sobre las novedades de la fotografía, de cámaras, de materiales nuevos, compraba revistas especializadas. No disfrutaba siendo abogado, hubiera ido a una escuela de Vevey en Suiza para avanzar en mis conocimientos de fotografía y no lo hice y aunque a veces he pensado que perdí ese lustro, en el fondo no es así porque esa escuela práctica, ese esquema jurídico que integras a tu vida, te sirve de autodefensa.

Definitivamente a los treinta me planté ante mi padre y le dije que dejaba de ser abogado. ¡Qué Dios te ayude! - me contestó. Con el tiempo me hacía saber lo orgulloso que se sentía de mis progresos, de mis reportajes publicados en revistas geográficas. Le agradaban mis textos, las imágenes no acababa de valorarlas, no pertenecían a su mundo. Cuando falleció llevaba años reconociendo que yo había acertado en mi decisión.

En sus inicios montan una sociedad con otros dos amigos en un local del céntrico Jaime III de Palma…

Foto 3 fue el origen y me acompañaron en la aventura, Iñigo Morales de Rada (fotógrafo en Diario de Mallorca) y Manolo Rivera (Diseñador en Diario de Mallorca). Como autodidacta aprendí a base de fracasos y de satisfacciones, haciendo uso de la ignorancia. Uno de los mejores clientes fue el diseñador gráfico londinense Julian Pearce que venía a revelar fotos de sus trabajos para hoteles.

Un día me propuso colaborar con él y a partir de aquel día conocí hoteles viajando por todo el mundo. Sería mediados de los ochenta, trabajé para compañías españolas y británicas, de un lado para otro sin parar de viajar. Caribe, Europa, Asia, EEUU. Aprendí el lenguaje internacional de la fotografía publicitaria. Coloca el trípode, perspectiva, iluminación y…

Un tiempo después, su carrera profesional da otro giro…

Casi al mismo tiempo que Julian, conozco a Alfonso Gutiérrez CEO de AGE Fotostock. De manera simultánea combinaba las dos labores, pero me cansé de la fotografía turística con la que llegué a tener ocho agentes trabajando para mí y me decidí por la fotografía de viajes, era cuando comenzaba el boom de fotografías para el banco de imágenes o stock de fotografías. Con los agentes, vendía una foto cada 45 minutos en alguno de los 30 países con los que teníamos acuerdos comerciales. Había tanto trabajo que contacté a algunos profesionales de Baleares con la agencia y cooperaron en el proyecto de banco de imágenes internacional.

Poseíamos los derechos de imagen y algunas empresas alquilaban fotos temporalmente para sus campañas, a veces revisaban el catálogo de AGE por aquello de la primicia y se quedaban fotos en exclusiva. Preparábamos treinta sesiones anuales para ese catálogo en el que me dedicaban un 25%. Con la llegada de Internet ese negocio se fue al traste.

¿Ha dejado de trabajar en alguna época de su vida?

No recuerdo que eso haya ocurrido.

¿Cuánto tiempo estuvo con AGE?

Unos quince años. A finales del 2000 inauguramos una oficina en el Hotel Marriot, en la base de la Torres Gemelas, con una excelente acogida por parte del público neoyorquino y aquí empezaría el declive de aquel sistema, coincidiendo con la llegada de los productos digitales y desistí paulatinamente de esa labor que tan buenos resultados nos proporcionó. Para más inri, el 11 de septiembre del año siguiente sucedió el atentado.

En 1830 Joseph Nicéphore Niépce inventaría la fotografía y alteraría la evocación del ser humano en cuanto a su entorno. Desde entonces, gente como Pedro Coll han conseguido enriquecer nuestra percepción.

Antes de meternos en más asuntos, cuéntenos como eran esas jornadas.

Eran sesiones en las que no solo invertíamos horas, también economía, porque corríamos con todos los gastos del equipo; ayudante, producción y dirección, maquilladora, dos o cuatro modelos y hasta pasados unos meses no comenzábamos a recibir la recompensa.

Hacíamos fotografías muy variadas y dentro de esa variación con toques artísticos debía destacar que fueran genéricas, de estilo universal, para que interesasen a diferentes sectores, sociedad, belleza, automoción, alimentación, empresas sanitarias.

Cierto día un importante grupo editorial se pone en contacto con usted para un trabajo compartido con otros fotógrafos de élite…

Para incorporar fotografías de cien profesionales en la colección “A day in life… ”, en aquel caso para la publicación de “Un día en la vida de España”. La selección y la repesca se dirimían en Estados Unidos, a mi agente Alfonso Gutiérrez de AGE le llegó la noticia y me pasó una propuesta. Consiguió incluirme tras contactar con la compañía Collins Publisher y enviamos un dossier por Courier.

La organización reunió a los cien fotógrafos que participábamos en el proyecto en el Hotel Palace de Madrid, veinticinco de ellos eran españoles. Las bases sostenían que disponíamos de tres días para realizar la faena. Antes de partir nos arengaron sobre la oportunidad que suponía mostrar nuestra sensibilidad en esa publicación de tan amplia repercusión internacional. Posteriormente el fallecido Premio Pulitzer 1969, fotógrafo, reportero americano Eddie Adams nos hizo una demostración de Kodachrome 200, aconsejándonos cómo sacarle el mejor rendimiento.

En esos tres días me acompañó el fotógrafo Tomeu Ozonas y nos tocó desplazarnos hasta Tierra de Campos en Palencia. Cuando nos encontramos con esas planicies desarboladas, esa región natural de topografía ondulada, nos preguntábamos por dónde empezar.

¡Cuánto misterio! ¿Y cómo acaba este capítulo?

Días después de haber enviado las fotografías junto a una entrevista grabada en vídeo, a través de la sede de Collins Publisher en Madrid, me piden más información de lo acontecido en esos días en Palencia. Al final me seleccionaron y el libro se publicó en 1987. Stefhany Maze y yo, fuimos los que más espacio ocupamos.

Al año siguiente intervine en “Un día en la vida de California” y así varias ediciones como invitado, en Italia, Irlanda y en Vietnam.

El libro de Irlanda constaba de más de doscientas fotografías y la revista Time destacó doce, una era mía. Mostraba a tres soldados metralleta en mano, en un control del ejército británico en 1995 en Irlanda del Norte.

En la última cooperación concerniente a Vietnam, estuve en el norte de Hanoi y fui testigo durante siete días del encuentro amistoso entre vietnamitas y norteamericanos tras la guerra entre ambos países.

Debo confesar que esas participaciones supusieron unas de las mejores consideraciones que he recibido en mi carrera profesional a nivel mundial. Había competido con gente como Elliott Erwit, Steve MacCurry, Sebastiao Salgado, Mary Ellen Mark, Eddie Adams, entre otros.

Conocí a la fotoperiodista y fotógrafa Cristina García Rodero que acababa de publicar su primer libro, “España oculta”. Cristina ha recibido los más prestigiosos premios y su trabajo se ha expuesto en los cinco continentes.

¿Qué tiene que ver usted en el descubrimiento de Claudia Schiffer? - se quita las gafas, se frota los ojos, vuelve a colocarse las gafas y hace una mueca entornando la comisura de los labios. Sonríe…

Por aquel tiempo habíamos empezado a hacer fotografía de stock para el banco de imágenes, pero Stuart Pearce me comentó de hacer una sesión de fotografía a una jovencita chica alemana. Hablamos con la madre, muy rígida al principio, nos decía que la niña quería estudiar derecho, su padre era abogado. Lo cierto es que la convencimos y establecimos una cita. Recuerdo aquella mañana, estaba esperándonos sentada en el bordillo de una acera con su bolsito colgado del brazo y una mirada deslumbrante, al tiempo que tímida y desconfiada. Una tras otra fueron saliendo fotografías en una sesión en la que la muchacha parecía haber posado toda la vida. Stuart entregó un book a la madre y esta le preguntó si con aquello se podía ganar dinero.

Unas semanas después, Stuart y yo regresábamos a España desde Oriente Medio, él cogió la revista Time y de repente me mira perplejo y pregunta leyendo en voz alta la portada; ¿Es la mujer más bella del mundo? el titular se refería a una pasarela de París donde esa niña desfiló para su verdadero descubridor, el diseñador Karl Lagerfeld. Nosotros sin saberlo habíamos provocado, creado aquel nuevo ídolo, publicando sus primeras fotografías. Ahora era portada en los tabloides de todo el mundo.

Revisando apuntes, surgen tres personas con una carga trascendental en sus citas; su padre, Julian Pearce y Alfonso Gutiérrez.

Sin duda, cada una de estas personas ha tenido una influencia determinante en mi vida particular y profesional. A mi padre le debo mi formación humanística y ética y a Alfonso Gutiérrez y a Julian Pearce mi aprendizaje y mi lanzamiento profesional e internacional. No sé que hubiera sido sin ellos en este mundo de tiburones. Reconozco que socialmente soy una nulidad y que siempre he necesitado ser representado y vendido.

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Me he deslizado por el contenido de algunas de sus historias;

“Manhattan puzzle”, como pretexto; el atentado del 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas, la lectura de Poeta en Nueva York de García Lorca y una serie gráfica sobre La Gran Manzana. Este trabajo se exhibió en la Biblioteca Nacional de Cuba.

“Teoría de la lente única”, la auto exigencia de trabajar con angular y transmitir desde el interior de la perspectiva.

“Viaje a De Haan”, la canción El Horizonte de Serrat decía; cuanto más voy pa allá más lejos queda, un viaje introspectivo que no acaba nunca.

“Gallos de combate”, nostálgico testimonio de contrastes, de una estancia en Ponce, Puerto Rico en 2006.

“La cal.ligrafia del temps”, paseo sobre la línea fronteriza entre la tierra y el mar, Valldemossa 2011/2016.

“Blow up”, la influencia inspirativa para muchos profesionales de la icónica película de Michelangelo Antonioni.

Su página web es el testimonio de un tupido recorrido profesional, de sus experimentos, una clase práctica y funcional para recrearse con detenimiento en cada uno de sus estratos, un alegato filosófico que describe la devoción de un hombre por su oficio, miles de horas destinadas a detener el tiempo y en una excepción polisémica, marcarse el objetivo de capturar con un objetivo una imagen y los complementos, la relevancia en la decisión del instante, el mensaje encriptado que propone, la técnica y el arte en usar la permeabilidad de esa energía electromagnética radiante que identificamos como luz y convertirla en una deriva léxica.

¿Qué busca en una captación de imagen?

Cada vez que le doy al clic, intento contar una historia, expresarme utilizando la técnica de la plástica y la narrativa.

Entre sus últimas publicaciones literarias, destaca; La Habana, “Tiempo de descuento” un manifiesto apasionante contado con semejanzas cotidianas que como narra el autor; “La Habana no es fácil, como dicen ellos, te exaspera tanto como la amas, y te falta cuando estás lejos”.

Es una crónica creada por mí que tiene su origen en 1995 cuando viajé de nuevo a La Habana y parecía que en cada fotografía encontraba una respuesta a mis preguntas sobre aquella sorprendente ciudad. Escribí y publiqué “El tiempo detenido” que bien puede definirse como la primera parte que he completado con la edición de “Tiempo de descuento”.

Y una lujosa estampación para “Renou i silenci o l’experiencia de viure”, dedicada a la Fiesta de Sant Joan de Ciutadella, con la que Pedro Coll se ha fijado como propósito que se convierta en un documento fidedigno, que esté presente en lugares significativos, para su lectura y estudio. Algunas de las fotografías han sido expuestas en el El Roser de Ciutadella y espera poder crear un circuito itinerante que visitará otras ciudades.

Es un trabajo fotográfico que va desde 1976 hasta 1982, que guardé y mantuve inédito. Recoge momentos memorables, rostros, gestos, movimientos y el alboroto de una fiesta inigualable.

Desde hace dos años colabora con Diario de Mallorca en una sección de opinión, donde habitualmente asigna sus artículos al mundo de la fotografía, aunque también a otras cuestiones.

Tras esta extensa conversación, intuyo cuan emocionante ha sido y sigue siendo su relación con la fotografía y por ende con la cámara, una extensión de su cuerpo que le sirve como medio de expresión y de interpretación. Me abstengo de introducirme en las frecuencias de los filtros fotográficos, aunque he observado que la paciencia de un fotógrafo obtiene su premio, saber esperar el momento, hasta que surge y capta el alma que rodea a un ser, a un objeto o un espacio. Me he fijado en secuencias y en sujetos cotidianos que pasan desapercibidos y en la fotografía se desvelan. La visión tras la cámara vislumbra de otra forma, capta lo invisible al ojo humano. Descubro que no es suficiente con ver. Este lenguaje no precisa palabras para que el universo entero pueda entenderlo.

¿Mejor cámara, quiere decir mejores fotos?

Por supuesto que no. El ojo y el corazón son quienes te guían.

¿Se sigue emocionando cuando aprieta el disparador?

Con más fuerza que nunca, como si la hubiese atesorado con el paso de los años. Si no experimentase esta sensación, dejaría las cámaras.

Completábamos la entrevista en su domicilio contando con la presencia de la fotógrafa Teresa Ponseti. Expectante, Francisca captaba referencias de aquel encuentro y de elementos que se agitan alrededor de Pedro, libros, revistas, fotografías, cuadros, esculturas, abalorios, cámaras.

Antes de marchar nos invitó a café y a una deliciosa coca de trempò.

Me sentía complacido, habíamos fotografiado y paseado por algunos rincones de sus abundantes recuerdos.

Comenzaba a llover cuando salimos a la calle.

Para más información: www.pedrocoll.com

Texto: Xisco Barceló
Fotografías: Francisca R Sampol

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