El director de Sociométrica y del Instituto Balear de Estudios Sociales —IBES—, Gonzalo Adán (Valencia, 1962), acaba de publicar el excelente libro Psicología de la incompetencia Política, editado por Círculo Rojo. El subtítulo de esta obra, 'Cómo y por qué nos gobiernan corruptos, inmorales, mentirosos o enfermos mentales', ofrece ya pistas muy claras sobre su contenido. Cabe recordar que Adán es también doctor en Psicología Social y profesor asociado de Psicología en la UIB.
El título de su nuevo libro parece un poco provocador...
Bueno, antes que nada me gustaría dejar claro que la mayoría de los políticos no son incompetentes. Lo que pasa es que lo bueno o lo excelente no es noticia. Y ahí los periodistas tienen mucho que decir, pues es bien sabido que las buenas noticias no venden. Normalmente, los políticos no aparecen en las portadas por haber hecho algo muy bueno, pues se presupone que siempre debería de ser así.
¿Cuál es el hilo conductor de esta obra?
Mi libro habla, en concreto, de todas las fechorías que han hecho determinados políticos a lo largo de la historia. Vistas esas fechorías en su conjunto, ofrecen una cierta sensación de homogeneidad, que es la que yo reflejo en el título. Por tanto, ese título no es más que una representación de los casos de los que hablo en el libro, que son cientos, aunque podrían ser miles.
Ah, de acuerdo...
Como ve, no es un título provocador o que intenta manipular al lector para acabar ofreciendo luego otra cosa. El título representa la realidad de la que hablo en el texto, dejando claro desde el principio que no estoy hablando del cien por cien de los políticos.
¿Diría que sólo un milagro puede evitar que en el futuro siga habiendo políticos ineptos?
No, un milagro no. Yo aquí soy optimista, en el sentido de que creo que en el futuro se exigirá que para ser gobernante en cualquier nivel haya previamente algún tipo de selección, tanto en las listas electorales como en los cargos de gestión y en los puestos de confianza. En algún momento, se romperá el tabú de que la esencia de la democracia implica que cualquiera puede ser elector y que cualquiera puede ser elegido, con el único límite de una inhabilitación judicial.
¿Qué ocurrirá cuando llegue ese momento?
Cuando llegue ese momento, nos daremos cuenta de que es posible superar ese tabú y de que, insisto, los políticos tienen que pasar algún tipo de proceso de selección, igual que lo pasan los pilotos, los policías, los militares, los funcionarios o los médicos para poder ocupar una plaza, porque nuestra salud, nuestra seguridad o nuestro devenir cotidiano no pueden estar al azar de personas que no están debidamente preparadas.
"Creo que en el futuro se exigirá que para ser gobernante en cualquier nivel haya previamente algún tipo de selección"
Mientras tanto, ¿cómo podemos saber si un líder político carismático es o puede llegar a ser un incompetente?
Bueno, a las personas se las conoce por las situaciones extremas en las que son capaces de desempeñar su trabajo. En ese sentido, la historia del poder y de los gobernantes está llena de lo que nosotros llamamos falsos positivos y falsos negativos, que es un constructo que se utiliza prácticamente en todas las profesiones para referirse a la gente que parecía buena y que acabó siendo mala, y a la gente que parecía mala y que acabó siendo buena. Eso es algo que suele asumirse como inevitable. Pero mi libro no habla de esos casos extremos, salvo quizás de alguno en forma de anécdota.
Entiendo, sí...
El libro se centra sobre todo en la política llamémosle más próxima y cotidiana. Con ello me refiero a personas que no es que a priori parezcan buenas o malas, sino que sencillamente no han pasado por ningún proceso de selección y se han visto de repente ostentando un enorme poder económico, de influencia o de uso de privilegios.
¿Qué sucede a partir de ahí?
A partir de ahí, lo que sucede es que al no estar esas personas debidamente preparadas, acaban practicando las conductas indeseables que todos conocemos y de las que ningún ciudadano puede sentirse orgulloso, como son el despilfarro, la corrupción, la inmoralidad o la mentira. Por desgracia, estamos rodeados de políticos así. Por tanto, no es que yo haya escrito un libro hablando sólo de cuatro o cinco casos aislados que luego no han tenido continuidad.
¿Podría poner, por favor, algún ejemplo concreto en ese sentido?
Sí, por supuesto. Cualquier concejal joven y sin experiencia que sólo por el mero hecho ser amigo de alguien ha sido incluido previamente en una lista electoral, de repente se ve como regidor de Infraestructuras o de Urbanismo, controlando diez, quince o veinte millones de euros en su municipio. Todo ello sin que nadie se haya preocupado antes de saber si ese edil ha manejado algo de dinero con anterioridad, si ha trabajado de manera solvente en una empresa o si está preparado para estar sometido a una gran presión psicológica.
Así es...
Por tanto, vemos que no existe ningún control ni ninguna garantía en casos así. Con ello vuelvo a lo que le comenté hace un momento, en el sentido de que deberíamos de preguntarnos cómo es posible que pidamos esa garantía a profesiones que nos implican menos y no se la exigamos a quien se dedica a la política.
"A las personas se las conoce por las situaciones extremas en las que son capaces de desempeñar su trabajo"
¿Por qué los ciudadanos nos movilizamos poco ante este tipo de situaciones?
En el libro atribuyo esta circunstancia a cuatro posibles motivos, en concreto, al enorme poder de manipulación de los políticos ineptos, a que la ineptitud puede llegar a aportar ventajas sociales, a que los ciudadanos tenemos tendencia a la sumisión y a que la obediencia forma parte de la dinámica interna de los partidos.
¿En qué sentido nos manipulan determinados políticos?
En el sentido de que acaban vendiéndonos motos. Coja, por ejemplo, las declaraciones de todos aquellos políticos socialistas que estos días han quitado importancia al caso Koldo o que han dicho que la nueva ley de amnistía es buena, y verá que esto es así. Pero, por desgracia, a veces los ciudadanos tenemos un filtro de reflexión tan pequeño, que acabamos creyéndonos lo primero que nos cuentan.
¿Hay alguien que haya estudiado ya las posibles ventajas de contar con gobernantes ineptos?
Sí. Hay una cátedra en la Universidad de Murcia que se dedica a estudiar cuántos alcaldes de los que han sido imputados, procesados o condenados han vuelto a ganar luego las elecciones, por el número tan elevado de casos que se dan en ese sentido. En principio, no parece lógico que unos gobernantes así sean reelegidos, pues se supone que unas elecciones castigan al político que no es ejemplar, pero la realidad es que no siempre se da ese castigo.
¿Por qué?
Una de las conclusiones a las que ha llegado la mencionada cátedra es que o bien son políticos simpáticos, o bien reparten muchos recursos. En este segundo supuesto, si por ejemplo un político inútil está repartiendo subvenciones a todas las asociaciones vecinales, al final dichas entidades le terminarán votando o no acabarán pidiendo su destitución. Por tanto, la incompetencia lleva aparejadas ventajas, como el citado reparto de recursos, que es una práctica bastante habitual.
Cuando usted dice que los ciudadanos tendemos a la sumisión, ¿a qué se refiere exactamente?
Bueno, hay que partir de la premisa de que los ciudadanos no podemos estar continuamente con veinte frentes abiertos vinculados a la actualidad política. Bastantes problemas tenemos ya normalmente con nuestra vida cotidiana, nuestras familias, nuestras parejas, nuestros hijos, nuestro trabajo o nuestra cuenta corriente, como para encima preocuparnos de un político inepto o inútil.
"Los ciudadanos no podemos estar continuamente con veinte frentes abiertos vinculados a la actualidad política"
Y es ahí cuando aparece esa resignación...
Así es. Al final, al sentirnos frustrados y no tener suficientes mecanismos de defensa, acabamos siendo sumisos y diciendo: "Que se peleen y que hagan lo que quieran". De algún modo, acabamos viendo la política como una especie de espectáculo, sobre todo cuando casi cada día vemos insultos en el Congreso, en el Senado o en la Asamblea Europea.
Por otra parte, también habla usted de que la obediencia forma parte de la dinámica interna de los partidos...
Efectivamente. En general, los partidos son muy condescendientes con la incompetencia propia y cierran filas cuando les critican. A priori, cerrar filas no tiene por qué ser necesariamente malo, pues de manera genérica denota una actitud solidaria y buena, pero en la política actual no es más que una desfachatez más, sobre todo en casos de corrupción que son flagrantes o en aquellos otros en que ha habido una falta clara de ejemplaridad.
¿La mera falta de ejemplaridad debería de acarrear consecuencias políticas?
Pienso que sí. En mi opinión, basta que la conducta de un político no sea ejemplar, para que deba salir del puesto que está ocupando y pase a ocuparlo otra persona. No hace falta que ese político haya sido condenado previamente en una causa judicial. La falta de ejemplaridad y de referencia en valores debería ser suficiente para considerar que el citado político ya no es válido para estar ahí.
Teniendo en cuenta todos los factores que acaba de describir, ¿qué reivindica en su libro?
Reivindico que todos estos personajes puedan ser seleccionados con antelación, con lo que disminuiría el número de falsos positivos, es decir, de gente que parecía buena y que luego es mala. Es imposible que no haya ningún caso de ineptitud, es verdad, pero creo que los ciudadanos tenemos derecho a que haya el mínimo número posible de casos así.
¿Los males que puede provocar un incompetente son siempre los mismos?
No. En regímenes no democráticos o en épocas de guerra, los resultados de la actuación de un incompetente son catastróficos, porque generan asesinatos y genocidios, mientras que en el caso de las democracias muy cerradas o muy controladas institucionalmente, el resultado de una incompetencia es el despilfarro, la corrupción o la toma de decisiones nefastas para los ciudadanos, pero aun así son decisiones reversibles. Es lo que yo llamo daños controlados.
"La falta de ejemplaridad debería ser suficiente para considerar que un político ya no es válido para seguir desempeñando un cargo"
¿Diría que en España hay más políticos ineptos que en otros países?
El número de políticos incompetentes es el mismo en todos los países y en todos los territorios. Lo que sí diferencia a España de otros estados es que en la mayoría de países que nos rodean, la dimisión o la expulsión del partido de la persona que ha cometido una incompetencia suele ser mucho más rápida y más habitual que en nuestro país, en donde existe la cultura del "no es para tanto", "todos son iguales" o "tanmateix".
¿Señalaría otro rasgo distintivo propio?
Sí. Según concluyó en uno de sus estudios la cátedra de la Universidad de Murcia de la que le hablé hace un momento, en el español existe además una idea atávica, que es la de pensar "ahora me toca robar a mí", dando por supuesto que antes han robado ya otras personas de otros partidos. Esa manera de pensar, que por supuesto nadie verbaliza, lleva a una actitud que hace que se sea condescendiente con los casos de corrupción.
¿Qué papel juegan hoy los medios a la hora de denunciar todos los excesos a los que ha hecho referencia?
Yo creo que la prensa es hoy en día poco crítica y poco reflexiva. Además, en general capta la noticia tal y como la emite el comunicador, y la considera una verdad. Es lo que se llama la posverdad.
¿Cuáles suelen ser los pasos que se dan para acabar llegando a esa posverdad?
En primer lugar, sale un político y cuenta una mentira. El periodista se da cuenta de esa circunstancia, pero no pone luego en el titular que ese político ha mentido, sino que se limita a reproducir lo que ha dicho. El periodista justifica con posterioridad esa decisión alegando que su papel es sólo transmitir lo que oye, sin valorarlo.
¿No debería ser entonces de este modo?
Bueno, yo creo que si ese político está mintiendo, manipulando, vendiendo una moto o haciendo todo lo contrario de lo que dijo en campaña electoral, el trabajo del periodista también es poner negro sobre blanco las posibles contradicciones de esa persona, y eso muchas veces no se hace. Coincido con usted en que el primer paso es siempre comunicar, pero el segundo paso es contrastar o reflexionar sobre el propio mensaje, que es algo que los periodistas hacen hoy muy poco. En cuanto al tercer paso, que es valorar, no lo hacen prácticamente nunca. Dicho esto, acepto que quizás no siempre haya que valorar, pero desde luego sí contrastar.
"Yo creo que en España la prensa es hoy en día poco crítica y poco reflexiva"
¿Para "desenmascarar" al político?
Sí, al político hay que desenmascararlo. Los periodistas tienen que desenmascarar a los políticos inútiles, pues no hay nadie más que lo pueda hacer. La sociedad no puede cumplir esa tarea y además no es su obligación.
Nos encontramos, pues, ante un dilema...
Me gustaría insistir en la idea de que hay políticos que manejan muchos millones de euros y que al mismo tiempo toman decisiones relevantes sobre el futuro de nuestra ciudad o de nuestro país, ya sea a nivel de impuestos, de subvenciones o de infraestructuras. Sin embargo, pese a que las consecuencias de las actuaciones de los políticos son o pueden ser muy importantes, la realidad es que dedicamos poco tiempo a denunciar a los ineptos o a pedir que se seleccione mejor a los buenos.
¿Sería correcto decir que hay distintos tipos de incompetencia?
Así es. De hecho, cuando yo hablo de incompetencia, me estoy refiriendo a muchas cosas. La incompetencia es un puzle enorme lleno de piezas. Una de esas piezas sería la corrupción y otra pieza también muy importante sería la falta de preparación intelectual, entendida aquí como una escasa capacidad de reflexión.
Y pese a ese bajo nivel argumental, hoy hay cada vez más políticos arrogantes...
Hoy existe la arrogancia, sí, que es muy típica de la gente incompetente, que puede saber sólo tres cosas, pero que te las machaca para aparentar que sabe tres mil. Por ello mismo, la manera de comunicar esas tres cosas es o bien gritando, o bien mezclándolas con chulerías, o bien entreverándolas con una manera tosca de hablar, o bien diciendo "esta es la verdad". Todo esto es lo que ha generado ese constructo llamado posverdad, al que me referí ya en una pregunta anterior. Otro ejemplo paradigmático de la posverdad serían las teorías conspirativas. Nos las creemos porque son mucho más atractivas que las no conspirativas.
¿Añadiría algo más en relación a este constructo?
Añadiría que la posverdad es también dar más importancia a lo que alguien dice sobre la actualidad que a la verdad real. Esto último ocurre porque damos por hecho que la verdad real es muy difícil de conocer. A partir de ahí, si yo sólo escucho a mi partido y sólo leo la prensa de mi partido, esa será mi verdad. Además, la voy a defender a capa y espada, al ser la más sencilla para mí. Como ve, hoy en día queremos que alguien nos dé una "verdad" rápida, porque es muy incómodo y complicado tener que buscar la verdad real de cada una de las noticias que aparecen en los medios.
"La incompetencia es un puzle enorme lleno de piezas, como la corrupción o la falta de preparación intelectual"
¿Cuál sería su conclusión sobre este punto?
Mi conclusión sería que, por desgracia, la "verdad" es lo que un político dice hoy que es verdad. Y, desafortunadamente, mucha gente acepta que sea así.
Es algo muy descorazonador...
Cierto. En cambio, cuando alguien dice "yo pienso que..." o "yo opino que...", en lugar de "esta es la verdad", esa declaración es ya totalmente diferente, porque implica una humildad intelectual. Cabe destacar, en este contexto, que las personas humildes intelectualmente suelen ser además las que más preparadas están, porque sólo una persona muy leída o muy sabia es capaz de decir "yo humildemente pienso que...". Con esa manera de expresarse, dicha persona está abriendo la posibilidad a que otra persona le argumente al mismo nivel a la hora de dialogar entre sí.
¿La incompetencia es consustancial al juego político?
Hay una parte del juego político que tiene que ver con la incompetencia, que es lo que yo denuncio y que se podría curar con una selección previa. Pero hay otra parte del juego político que aunque nos parezca incómoda, crispante o extrema, es legítima y no se puede evitar. A mí me incomoda, por ejemplo, levantarme todos los días con titulares sobre Cataluña, pues me gustaría levantarme con titulares sobre España en general, inversiones, política internacional o geoestrategia. Aun así, que se hable casi cada día exclusivamente de Cataluña me incomoda sólo como ciudadano, pero no como analista político.
¿Cómo ve la situación en Cataluña, cuando apenas faltan dos meses para la celebración de unas nuevas elecciones allí?
Bueno, yo diría que los políticos independentistas catalanes tienen hoy como objetivo marcar la agenda nacional y que lo hacen a la perfección, lo que les da rédito electoral. Todo esto me puede gustar más o menos, pero es legítimo y no puedo decir que sea incompetencia. Por lo que respecta al Gobierno de España, puede elegir entre combatir esa estrategia o asumirla. En el caso del Ejecutivo que preside Pedro Sánchez, ha optado por asumir dicha estrategia. No me gusta, pero esto también entra dentro del juego político legítimo.
Pese a todo lo que explica en 'Psicología de la incompetencia política', ¿hay motivos para la esperanza?
Sí, claro. Como digo en la contraportada, hay también políticos honestos, virtuosos, excelentes, honrados y con una moralidad a prueba de bomba, pero normalmente no son noticia, pues sólo suelen ser noticia los malos. Pero insisto, creo que son mayoría los políticos sensatos y equilibrados que dan ejemplo a la sociedad a la que sirven. A ellos va dedicado este libro.