Por motivos de trabajo, voy a residir en Milán durante un mes. Y como siempre que tengo que coger un vuelo, tengo mariposas en el estómago. Nervios. Emoción. Ilusión. Ganas de conocer lugares nuevos, personas nuevas, nuevas culturas.
Pero ahora, también siento preocupación e incertidumbre. Al hacer las maletas, cuento bien cuántas mascarillas voy a necesitar, y meto un par más, por si acaso. En el presupuesto, tengo que incluir dos pruebas Covid: la primera es obligatoria para entrar en Italia; la segunda la haré porque quiero. España no estipula que los viajeros de ciertos países tengan que llegar con un test negativo. Pero yo quiero volver a mi casa tranquila. Abrazar a mi novio, a mis padres, a mis sobrinos, sin temor a traer ningún souvenir extra, aunque algunos ya estén vacunados. Creo que ahora, tan cerca del “final”, la responsabilidad personal es más importante que nunca.
Concepción Monge Rojo