Tras dos años de crisis por la pandemia de coronavirus, una nueva amenaza sobre la economía -especialmente la de Europa- se comienza a gestar a raíz del conflicto provocado por las intenciones de Rusia de intervenir en Ucrania si no se aceptan sus planteamientos sobre el futuro de este país.
El expansionismo mostrado por Moscú, que pretende recuperar las fronteras de 1997 -por encima de decisiones de países en el ejercicio de su independencia y libertad democrática-, ha alcanzado una tensión que puede desembocar en una crisis de consecuencias imprevisibles. Putin acumula efectivos militares en la frontera con Ucrania como medida de presión para que Occidente -esencialmente, Estados Unidos- dé garantías de que el país jamás se incorporará a la OTAN y que cesará de cualquier intención de vincularse a instituciones como puedan ser la Unión Europea.
Putin busca ganar influencia en la zona y recuperar el peso que tuvo Rusia en tiempos de la URSS. Ya actuó con este fin en 2014 al anexionarse la península de Crimea, al sur de Ucrania, o en años posteriores al favorecer regímenes pro rusos en países del antiguo estado soviético como Kazajistán o Bielorrusia. El expansionismo de Moscú en la zona parece no tener fin y la amenaza es cada día más grave.
Aunque ciertamente aún se ve lejano, nadie descarta un conflicto armado. El problema es que, incluso sin el uso de tanques y tropas en una eventual invasión rusa de Ucrania, bastaría con activar otras medidas de presión que resultasen letales para la economía occidental; medidas como una alteración del mercado de la energía que tendría en Europa su principal víctima.
Cuando se puede empezar a atisbar un final a la pandemia y a las tremendas consecuencias económicas que ha conllevado, es necesario no abrir nuevos conflictos de incierto desenlace. Conviene, pues, superar la crisis provocada por Moscú de la mejor y más rápida manera, con firmeza y unidad de acción por parte de los países occidentales, pero también recurriendo al diálogo hasta el último minuto intentando que el Kremlin reconsidere el abandono de un conflicto que, de materializarse en términos de mayor gravedad, supondría desastrosas consecuencias también para el propio régimen ruso.
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