Hoy celebramos, es un decir, el Día de les Illes Balears. Más bien se conmemora el 38º aniversario de la aprobación del primer Estatut d’Autonomia (que ha sido modificado ya en cuatro ocasiones) y su entrada en vigor el día 1º de marzo de 1983. Tradicionalmente esta efeméride sólo ha sido celebrada por los políticos, pues la ciudadanía le ha dado la espalda a unos actos y a unos representantes que, por lo general, se han mostrado muy por debajo de la dignidad exigible al cargo. De ahí la poca afección de los ciudadanos por este día.
Este año, además, la celebración se ha reducido a un acto institucional espartano, triste y desangelado —como somos los isleños, para qué nos vamos a engañar— en la Llotja de Palma, presidido por la presidenta del Govern, Francina Armengol, y con la asistencia de todo el Ejecutivo, de las presidentas y presidente de los cuatro consells insulars, del presidente del Parlament, del alcalde de Palma y de otras autoridades. Lo mismo da porque fueran o no fueran, nadie los echaría en falta porque son puro atrezo. Allí la única que es imprescindible es Armengol. Parafraseando a José Luis Cuerda en su magnífica película ‘Amanece que no es poco’, todos somos contingentes pero Francina es necesaria.
Sólo a alguien como ella se le ocurriría la bizarra idea de otorgar la Medalla de Oro de la Comunidad Autónoma a los sanitarios que trabajan contra el Covid-19, el mismo año que el Govern de PSIB, Podemos y Més per Mallorca les ha recortado el sueldo (el 0,9% no abonado en 2020 y el incremento que les corresponde en 2021). El Govern manirroto con más asesores de la historia y muchos más periodistas en nómina que muchos medios de comunicación, recorta a quienes se han batido el cobre contra el coronavirus. Pero a cambio les da la Medalla de Oro, que es como mearles en la cara y decir que llueve.
Con ese desparpajo que le es propio a nuestra ínclita presidenta, de quien Dios nos guarde muchos años, en su homilía ante los escarnecidos, retransmitida por IB3, se atrevió a hablar de ética. “Ética para protegernos los unos de los otros”,dijo la presidenta que se negó a destituir a los cargos públicos que se colaron en el proceso de vacunación y que incumplió las restricciones horarias para irse de gintonics al Hat Bar. Armengol nos habla de ética. Otro escarnio lacerante.
En 2019 el discurso de la presidenta fue el de felicitarse a sí misma por la aprobación del Régimen Especial de Balears (REB), que se trataba de un “hito histórico”. Ahora es papel mojado que el Gobierno de Pedro Sánchez (PSOE) y Pablo Iglesias (Unidas Podemos) incumplen. Sus delegados en Balears votarán en el Parlament que no se reclame en los juzgados lo que el Gobierno central debe a Balears porque siempre es mejor ir a pedir por Dios y volver con las manos vacías pero colmados de palmadas en la espalda, que pleitear contra los jefes, que igual no te renuevan el contrato.
Mientras tanto, Armengol discursea como si fuera la presidenta de Unicef; y nos habla del universo de oportunidades que se abre ante nosotros gracias a los fondos europeos. ¿Qué le hace pensar que si Pedro Sánchez no nos trata como merecemos en los Presupuestos Generales del Estado, incumpliendo el REB, lo hará con los fondos europeos? Quizás porque ella se conformará con una Medalla de Oro.