Todos cabemos en la España de Felipe VI
jueves 19 de junio de 2014, 18:18h
El discurso de proclamación de Felipe VI puede sintetizarse en un solo eje: Apuesta clara y decidida por una nación en la que caben todos sin exclusión y, en consecuencia, que el primer representante de una nueva generación recoge el testigo del gran pacto de 1978 decidido a mantener su legado para continuar la construcción de una España sin exclusiones, abierta, tolerante e integradora de todos los sectores políticos y sociales.
La esencia del juancarlismo ha sido la superación de las dos Españas, un enfrentamiento que principió a comienzos del siglo XIX y que no se pudo cerrar hasta la muerte del dictador Franco. El éxito en este plano de la dinámica social española ha sido indudable. Lo demuestra el hecho de que tanto PP como PSOE hayan dado su total apoyo a la proclamación de Felipe VI. El PSOE ha de recuperar muchos votos perdidos por su izquierda, pero si se reconquista la estabilidad económica padece indudable que lo conseguirán.
Pero en España, a diferencia de la mayoría de naciones democráticas, no basta el plano de análisis derecha-izquierda para comprender su compleja articulación. Sin el otro plano de análisis, el que aborda la contradicción centro-periferia difícilmente se pueden comprender las tensiones vividas a los largo de las últimas décadas hasta llegar al actual proceso soberanista catalán.
El hecho de que el president catalán Mas y el lehendakari vasco Urkullu no aplaudiesen el discurso de Felipe VI tiene una significativa importancia. Ambos líderes periféricos, que están al frente de comunidades con valores culturales y lingüísticos diferenciados, no se sienten a gusto en el proyecto llamado a que quepan todos. Es una realidad incuestionable, que incide en la tremenda dificultad que supone hacer un análisis biplano de la realidad española que dé como resultado que quepan todos sintiéndose a gusto.
Este es el gran reto de Felipe VI. Su potestad arbitral ha de centrarse. obviamente, en el equilibrio de la lógica contradicción democrática derecha-izquierda, motor de todo sistema parlamentario y de toda sociedad libre. Pero sobre todo ha de volcarse en apagar las chispas que están saltando en la mucho mas peligrosa contradicción centro-periferia. Los catalanes están muy a disgusto, quieren votar el derecho a la autodeterminación en noviembre, y el sustrato independentista vasco es por otro lado muy importante.
Es aquí donde se han de demostrar todos los esfuerzos de tolerancia, respeto y sensibilidad. El presente y el futuro de la España de Felipe VI pasan por superar las actuales pésimas relaciones entre Madrid y Barcelona. Hay muchísimo en juego. El reto es ahora mismo enorme.