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Sánchez, matrona de Éfeso

Por Fernando Navarro
viernes 10 de enero de 2025, 05:00h

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Previsiblemente hoy acudirán a la Asamblea Nacional dos personas para tomar posesión de la presidencia de Venezuela, el candidato que ganó democráticamente las elecciones y el dictador que las robó. Digo previsiblemente porque de momento el dictador ya ha tomado dos medidas preventivas: ha secuestrado, para coaccionarlo, al yerno del presidente electo, y ha puesto carteles de busca, captura y recompensa de éste, como si Caracas se hubiera convertido en el Far-West. Así que varios expresidentes latinoamericanos se han ofrecido a escoltarlo hasta la Asamblea, haciendo que una eventual detención se convierta en un conflicto internacional. También ha anunciado que acudirá María Corina Machado, la candidata que ganó las primerias de la coalición ganadora y que fue inhabilitada por el Tribunal Supremo de la dictadura, sin duda repleto de Pumpidos; posiblemente sea detenida en cuanto aparezca. Es una persona de un coraje asombroso, y debería ser un ídolo del actual feminismo si de verdad estuviera interesado en las mujeres, pero ¡ay! la dictadura a la que se enfrenta es de izquierdas.

Esto no debería ir de izquierdas y de derechas sino de democracia y dictadura, pero hay que reconocer la evidencia de que una parte significativa de la izquierda española parece entender que sólo hay democracia cuando gobierna ella, y eso la sitúa a un paso de considerar tolerable (tal vez incluso recomendable) una dictadura siempre que no sea de derechas. Esto no es una exageración: hemos tenido en el Gobierno a Ministros de un partido cuyo modelo era el chavismo, quizás por haber nacido en él. Pero la bochornosa connivencia del sanchismo con el madurismo –Zapatero compatibiliza su labor de blanqueador de la narcodictadura con la de gurú internacional de Sánchez- no parece provenir de una cuestión ideológica sino de conveniencia: el trasiego de maletas venezolanas por Barajas, y lo que vamos conociendo del intermediario multiuso Aldama, permiten sospechar motivaciones bastante más groseras. Recordemos que el anterior embajador español ha sido condenado por cobrar sobornos de Petróleos de Venezuela, S.A.

Sí, en Venezuela hay una dictadura viva, y si ven la película Simón podrán comenzar a entender el miedo y sumisión que impone a través de la persecución y tortura de los disidentes. Pero Sánchez (como la matrona de Éfeso) prefiere desenterrar un dictador muerto que combatir a uno vivo. El miércoles inauguró el primero de los cien (¡cien!) actos con los que va a conmemorar la muerte sin oposición de Franco. Fue un poco deslucido, con una cantante a la que se le olvidó desenchufar el distorsionador de voz (quizás la mayor aportación a la música después de la batucada). Pero para los próximos ya ha anunciado un escape-room y tal vez una piscina de bolas de la que emergerá Oscar Puente disfrazado de Franco para asustar a los niños. Pero, insistamos, esto no es una cuestión de convicciones sino de conveniencia. Sánchez ha programado el Año Franco con una doble finalidad: que le sirva de cortina de humo para ocultar sus escándalos, y para insistir en una polarización que le permita mantener un reducto de acérrimos en su trinchera enfangada de corrupción. Es por esta voluntad de división por la que la Memoria Histórica no es inútil, sino destructiva. Pero si todo es una cuestión de conveniencia cabe hacerse una pregunta: ¿qué harían nuestros intrépidos antifranquistas si fueran trasladados en el tiempo hasta el franquismo, cuando oponerse conllevaba riesgos? ¿Realmente creen que el amoral Sánchez y su ejército lanar, siempre dispuesto a aplaudir cualquiera de sus ocurrencias, se habrían convertido de repente en Espartaco y sus gladiadores? Lo más probable es que Bolaños se dejara crecer un bigote a lo José Luís López Vázquez y se hiciera un sitio en el NODO, y que María Jesús Montero presidiera la Sección Femenina y llamara a Franco «señorito» con voz de Gracita Morales.

En fin, que el PSOE combate ferozmente a un dictador muerto hace cincuenta años a la vez que confraterniza con uno vivo. Pero no perdamos la esperanza en sus convicciones democráticas: cabe la posibilidad de que esté esperando que transcurran cincuenta años desde la muerte de Maduro para plantarle una decidida oposición.

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