Hace pocos días saltó a los titulares la noticia de que Amancio Ortega cobraría 900.000 veces el salario mínimo en concepto de dividendos de Inditex, la empresa textil que ha logrado crear de la nada. Algunos saltaron como resortes ante esta manifestación de desigualdad. ¿Cómo es posible que una sola persona gane tanto? ¡Es injusto!
Está de moda entre nuestros amados líderes ofrecer cosas gratis, proponiendo financiarlas con impuestos que, dicen, pagarán los ricos. Esto, en cristiano, significa lo siguiente: quitemos su dinero a los ricos, y repartámonoslo. Somos más, así que podemos hacerlo. Sólo le veo dos pegas: es inmoral, y es contraproducente. Es decir, está mal, y además por ese camino acabaremos peor que como estamos.
La democracia tiene límites. La democracia no consiste en aplicar lo que sea que quiera una mayoría (eso sería oclocracia: la dictadura de la mayoría o de la masa). En ese caso, la mayoría podría disponer libremente de la vida o de la propiedad de cualquier persona. Pero no, la verdadera democracia tiene límites, los derechos individuales, los de verdad, no los sucedáneos que nos venden hoy: básicamente, vida, libertad y propiedad.
Por desgracia, llevamos décadas traspasando esos límites. Por lo que respecta a la propiedad privada, la Constitución prohíbe los impuestos confiscatorios. Desgraciadamente, nuestro Tribunal Constitucional ha interpretado esta norma de tal forma que la ha vaciado de contenido: sólo es confiscatorio el impuesto “que agota la riqueza” gravada, es decir, un impuesto del 100%. Curiosa interpretación. Ya sabemos que el Constitucional en ocasiones es muy suyo. Pero aunque podría declararse legal, por tanto, poner un IRPF del, digamos, 90% para rentas como la de Amancio Ortega, en mi casa me enseñaron aquello de “no robarás”, que no recuerdo que continuara “excepto a los ricos, cuando lo apruebe la mayoría”.
Además, sería contraproducente: Amancio Ortega ha logrado organizar su empresa con su visión estratégica, arriesgando su patrimonio, y su éxito ha beneficiado a miles de personas. A todos los trabajadores y accionistas de Inditex, a la administración, indirectamente, a través de los impuestos pagados, y por tanto a todos nosotros, que estaríamos peor si Inditex no existiera. Si le intentamos arrebatar a Ortega su propiedad, primero, probablemente se irá a otro país, y segundo, impediremos o dificultaremos que aparezcan más Ortegas.
Tenemos multitud de ejemplos que demuestran a dónde lleva la falta de respeto a la propiedad privada: desde el “exprópiese” de Maduro en Venezuela, donde la gente huye en masa del hambre y la opresión ahora mismo, hasta la comparación de Corea del Norte versus su vecina del sur, que son el ejemplo de laboratorio perfecto de cómo, partiendo ambas de la misma situación antes de su división, el resultado cincuenta años después es una diferencia abismal entre la Corea capitalista y la comunista. Y un largo etcétera. No hay más que ver que los países de Europa del Este, una vez liberados del comunismo, no lo quieren ver ni en pintura. La experiencia es un grado. Porque no sólo hablamos de miseria económica, sino también de un régimen totalitario donde el ser humano es brutalmente dominado. El socialismo es una estafa, un engaño absoluto, y está más que probado.
A pesar de todo esto, evidente para quien quiera verlo, Podemos se manifestó con Bildu hace escasos días a favor del régimen siniestro de Maduro. A favor del “socialismo del siglo XXI”, que con sus falsas promesas engañó a los venezolanos, con las consecuencias que estamos viendo. El peligro de Occidente no es la extrema derecha, prácticamente inexistente, sino la extrema izquierda. Pero nada, visto el resultado de las elecciones, robemos a los ricos.