Pues ya tenemos aquí el ‘pasaporte covid’, esa medida que, según el exministro Miguel Sebastián, no sirve absolutamente para nada, más que para hacer la vida imposible a quienes no estén ‘vacunados’. No se trata de un ‘antivacunas’, precisamente.
Sí, queridos amigos, porque el dichoso pasaporte no les va a proteger. Si acaso lo contrario, si son ustedes tan ingenuos como para pensar que por estar rodeados de personas ‘vacunadas’ van a estar más protegidos.
Queridos tragacionistas: es hora de que tomen con pinzas lo que les cuenten autoridades y medios. Nos dijeron que las ‘vacunas’ protegían del contagio: la mía, ¡un 95%! Qué contento estaba. Bueno, la verdad es que no tanto, porque me vacuné un poco a regañadientes, por presión familiar. Pero, en fin, ya estaba hecho y podía llevar vida casi normal.
Ahora se va viendo que no, que contagias prácticamente igual, que la carga viral es la misma. Ahora ya dicen que las vacunas sólo protegen de enfermedad seria y muerte, y que su efecto apenas dura unos meses. El ministro de la cosa en el Reino Unido habló ayer de un pinchazo cada tres meses, mientras en toda la UE se avanza hacia la vacunación obligatoria. Ayer lo mencionó la Úrsula von der Leyen, esa que nos gobierna sin que sepamos bien de dónde sale.
Queridos tragacionistas: observen cómo los medios dan números absolutos de casos y fallecidos. Muchos números, muy poca información. Pocas tasas; pocas comparaciones adecuadas para evaluar el problema en su magnitud real. Hasta portavoces oficiales reconocen que se anotan como fallecidos por covid personas que en realidad murieron por otras causas, pero que dieron positivo en una PCR. Incluso con las cifras oficiales, la letalidad es como mucho del 0,3%: sobrevive el 99,7%. Pero eso no se airea. La enfermedad grave y las muertes se concentran más de un 90% en los mayores de 60 años. Para menores de 30 años, el covid es estadísticamente despreciable.
No dejen que les sigan engañando: no hay razones serias ni para el pasaporte covid, ni para la vacunación universal y obligatoria, y menos para niños y jóvenes. Sí que hay multitud de estudios que prueban que la inmunidad natural, resultado de haber pasado la enfermedad, es muy superior a la artificial. No digamos con variantes como Ómicron, porque la inmunidad natural ‘ataca’ varias dianas del virus mediante diversos mecanismos, no así las ‘vacunas’.
Recuerden cómo Sánchez ha dado por vencido al virus repetidamente. Fernando Simón y sus “dos o tres casos”. Cómo reconoció haber mentido con las mascarillas porque no tenían. Quien hace un cesto, hace ciento. Ha trascendido repetidamente cómo el gobierno del Reino Unido recurrió conscientemente a estrategias de terror para asegurar la obediencia de la ciudadanía. Recuerden cuando nos dijeron que había que lavar la compra con lejía, descalzarse al llegar a casa; el “salimos más fuertes”, la inmunidad de rebaño con el 70% acompañada hasta de una cuenta atrás diaria que luego fue enterrada, mientras se iba elevando el umbral, hasta que también fue enterrado. Recuerden cómo todos los gobiernos salieron a la vez a vendernos la ‘Nueva Normalidad’. Recuerden cómo aún hoy se habla de las personas pinchadas como “inmunizadas”. ¿Inmunizadas?
Acudan a fuentes rigurosas de científicos que son silenciados por sistema. Al Brownstone Institute por ejemplo, que recoge 400 estudios sobre la ineficacia de las intervenciones gubernamentales, que están causando mucho más daño que la propia ‘pandemia’. Ayer se informaba de que hasta 740.000 casos de cáncer se habrían dejado de diagnosticar en Reino Unido por el primer confinamiento. Ahora vemos el desabastecimiento, el incremento del precio de la energía, al que coadyuvan las medidas covid y las medidas ‘verdes’, arruinando a millones de personas. Tenemos la economía zombificada, mientras el Gobierno retrasa una y otra vez la obligación de declararse en concurso de acreedores: sostienen a las grandes empresas mientras arruinan a las pymes. Por no hablar de las depresiones, los suicidios, las enfermedades mentales. Nunca podrá evaluarse completamente el daño que están causando.
Acudan a la Declaración de Barrington, donde muchos científicos insignes propusieron hace un año alternativas a las medidas draconianas de los gobiernos. Bastaba proteger a los vulnerables mientras los demás nos inmunizábamos naturalmente. Pero ellos prefirieron arruinar, destruir, controlar, abocarnos a un futuro que ya asoma, donde forzosamente deberemos pincharnos cada tres meses, mostrando nuestro pase por doquier. Muchos tememos que sea la puerta a un totalitarismo tecnológico: la ‘chinificación’ de Occidente.
Sólo planteo una pregunta. La historia está llena de fármacos que sólo a largo plazo revelan efectos adversos graves. Estos productos que se están inoculando sólo se conocen desde hace año y medio, y se basan en una tecnología experimental. ¿Es prudente suministrárselos a toda la población mundial, por un virus con un 0,3% (o menos) de letalidad? ¿Es ético suministrárselos a los niños, cuya letalidad es del 0,0%? ¿Qué pasa si en unos años resulta que es carcinógeno o que provoca esterilidad?
Querido tragacionista: yo he sido como usted. Entiendo que tiene un sesgo importante porque se ha inyectado eso, o se lo ha recomendado a sus pacientes, o incluso se lo ha inyectado a sus hijos. Desea haber tomado la decisión correcta. ¡Ojalá! Sólo pido que no tome esa difícil decisión por otros, cuando además nadie va a hacerse responsable si el experimento sale mal.