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¿Pujol? Connais pas...

Por Jaume Santacana
martes 29 de julio de 2014, 21:03h

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Dejó escrito el genio de la música Yehudi Menuhin, que prefería mil veces a un gángster muy malo, muy malo, que interpretara maravillosamente un concierto de violín de Bach que a un hombre santo, muy santo, que destrozara la partitura. Es una manera de ver el mundo.

 

Al final de una trayectoria política prácticamente impecable, ahora va y resulta que el ínclito Jordi Pujol es un vulgar estafador; como cambian las percepciones sobre las personas… En estos momentos, las masas huyen despavoridas ante la posibilidad de que se les reconozca algun tipo de amistad, parentesco o cualquier tipo de relación superficial o íntima con el expresident de la Generalitat de Catalunya. Ha dejado de existir. Un “ligero” error de cálculo financiero lo ha depositado en la cuneta de la vida política y personal. El ídolo alabado (y criticado, claro) se ha derrumbado de su pedestal cual estatua de Sadam Husein en el centro de Bagdad.

 

Pujol luchó desde su más tierna juventud –jugándosela valientemente, torturas y cárcel incluidas- cuando “jugar” a polis y rebeldes era muy arriesgado y requería de una manifiesta robustez humana, así como de un ejemplarizante altruismo, generosidad para con la sociedad y un altísimo sentido de la libertad y del compromíso político y social.

 

Jugó y unos años después recogió sus frutos en forma de poder, pasado por las urnas, eso sí. Triunfó democráticamente y arrasó contrincante tras contrincante durante la friolera de veintitrés años del Señor. En el transcurso de estos años fue un presidente movido, cargado de vida, de proyectos realizados, de grandes obras (algunas de ellas, como la creación de TV3, ampliamente reconocida por tirios y troyanos; otras, lógicamente, criticadas y repudiadas por una oposición ahogada ante el ímpetu de Atila que ejercía el propio Pujol).

 

Tenía todo aquello que una persona puede desear: reconocimiento público, honorabilidad indiscutible, agradecimiento popular (en general), y una buena parcela de dignidad y honradez. ¿Qué ha pasado? ¿Es tonto, Pujol? ¿Es un émulo de Urdangarín? ¿Su ambición no conoce límites y su honestidad está por los suelos?

 

Lo cierto –según se desprende de su comunicado- es que una cantidad ingente de personas se sienten ahora, con toda la razón, desengañadas, estafadas, insultadas. ¿Valía la pena, President, machacar, dinamitar, literalmente una carrera política y personal brillante de ese modo deprimente y desgraciado, solo por un quítame allá unos milloncejos de euros o de lo que sea?

Me entristece ese episodio por lo que pueda representar en la mayoría de la sociedad catalana y española, por los daños colaterales que se pueden derivar de ello, por el destrozo causado a la maltrecha clase política…

 

…pero, sobre todo, me entristece por el propio Jordi Pujol. ¡Qué lástima, President!
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