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Perder TV3 sería un golpe moral a la lengua

martes 20 de mayo de 2014, 16:49h

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El Gobierno Rajoy está buscando la fórmula para impedir que al menos parte de los canales de la Corporación Catalana de Televisión no puedan verse en Balears. Corresponde al Govern la decisión final sobre los canales sacrificados a causa de la reordenación del espacio radioeléctrico para favorecer a la tecnología 4G de la telefonía móvil. Pero el trasfondo es evidentemente político. Eso quiere decir que la propia TV3, que ha tenido una audiencia nada despreciable durante tres décadas en el Archipiélago, está por primera vez en peligro de oscurecimiento. Ya sería lo último de cara al acorralamiento de la lengua catalana en las Islas.

No hay dura que el Goberno Rajoy está más que molesto por el rumbo soberanista que ha tomado la política catalana. Se las ingenia para aislar este proceso, que tiene su origen en la incapacidad prácticamente endémica del PP de entenderse con el Govern de la Generalitat. Pero es indignante que Balears tenga que pagar esta crispación quedándose sin importantes ofertas televisivas provinientes del Principado.

Toda esta tensión ya huele a ambiente preelectoral respecto a las trascendentales citas del año que viene (autonómicas, municipales y generales). En esta tesitura que se anuncia tan tensa, cabría pedir sensatez al Govern Bauzá. Ya son demasiadas las crispaciones que ha creado con el intento de arrinconamiento de la lengua catalana como telón de fondo. La supresión de TV3 o de otros canales catalanes encresparía a un importante segmento de la población balear y probablemente produciría el resultado contrario al esperado.

Una vez más, y esta vez por iniciativa de Rajoy, el PP crea un problema donde no existía, y además arma la polémica a escasos días de los comicios europeos. Es demasiado. Sin TV3 la lengua catalana en Balears, protegida por el Estatut y por la propia Constitución, recibe un golpe casi mortal, de auténtica asfixia del uso social de la lengua.

Cabe llamar a la sensatez. Este tipo de medidas crispan y dividen la sociedad. Rompen el consenso y la convivencia. Rompen la calma. Desde una perspectiva estrictamente democrática, son muy difíciles de entender y aceptar.