Numerosos medios de la prensa internacional -tanto especializados como no especializados- han destacado durante las últimas semanas la renuncia expresada por el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a que España tenga temporada turística el próximo verano. La prensa europea recoge las declaraciones de Sánchez sobre la necesidad de inmunizar al menos a un 70 por ciento de la población antes de abrir las fronteras a los visitantes de otros países, una circunstancia que el jefe del ejecutivo situó al finales del verano.
El eco internacional de estas declaraciones ha tenido un impacto directo en la percepción que la principal industria española ofrece fuera de nuestras fronteras; una industria que vive pendiente de un proceso de vacunación que en las zonas de mayor dependencia del turismo -como es Baleares- no acaba de arrancar con el ritmo necesario, precisamente por la falta de vacunas.
En una de las encuestas que esta semana realizaba mallorcadiario.com, un aplastante 93,7 por ciento de los lectores que participaron consideraba que a Pedro Sánchez no le preocupa lo que ocurra en Baleares. Esta percepción tendría una muestra clara en la nula atención que Sánchez ha dedicado a responder a la demanda de que Baleares reciba más vacunas para poder inocular a más población, precisamente por tratarse de la comunidad más afectada por la crisis económica.
Que Sánchez eluda la dedicación que debería mostrar por Baleares prácticamente entra en el guión de los muchos ninguneos a los que ya tiene acostumbrados a los ciudadanos de las islas. Pero emplazar la reactivación turística a un horizonte que imposibilita la temporada de verano sin mover un dedo para acelerar la vacunación en destinos como el balear es una irresponsabilidad.
La frivolidad del presidente del Gobierno pone en jaque una industria que en Baleares generó casi 17.000 millones de euros de ingresos anuales durante los ejercicios prepandemia. Que este nivel tardará en recuperarse es una realidad aceptada por todos los agentes, pero que esta demora sea mayor o menor depende en buena parte de la predisposición política al respecto. Una predisposición que, en el caso del líder del Ejecutivo central y al margen de discursos de buena intención, aún no se ha dejado notar.