Eran las 18:23 horas del 23 de febrero de 1981. Yo con 16 años era un jovenzuelo buscando un móvil nuevo que ni existía. Mi padre, como toda España, escuchando la radio analógica que retransmitía la investidura del que sería el nuevo presidente del Gobierno. Cinco años después me compraba mi primer ordenador y un módem para conectarme a las primeras BBS. El precursor de Internet.
Gritos, disparos, caras de pánico. Casi todos en el Congreso se ocultaban debajo de sus butacas. Momentos difíciles para la joven democracia española. Miedo.
En menos de 1 hora llegó a mi casa una patrulla de la Policía Militar, los del casco blanco. Mi padre estaba ya uniformado y revisando su equipamiento. Estaba nervioso. Yo lo observaba por la puerta entreabierta de su habitación mientras conversaba preocupadamente con mi madre. Sus rostros también hablaban.
Él era teniente coronel del Regimiento de Infantería Guadalajara 20 en Paterna, Valencia. Desde allí partió el grupo táctico Tigre para tomar puntos estratégicos en el centro de la ciudad de Valencia. El convoy con las tropas estaba ya preparado cuando llegó al cuartel. Hasta ese momento no había llamado la atención la organización previa porque era lo normal en un regimiento tan activo en maniobras como el “20”.
El sobre con las órdenes de Capitanía General para la ocupación de Valencia indicaban abrirlo al aproximarse a la ciudad. Él no lo cumplió y abrió el sobre. Como no tenía móvil, fotocopió esas "malditas" órdenes en su despacho. El convoy salió y lo demás es historia.
Yo era muy joven y no me daba cuenta de lo que pasaba en España. Seguía buscando el móvil.
Esa fecha tan invernal se quedó congelada en las hemerotecas gracias a los miles de jefes y oficiales del Ejército español que desde su profesionalidad no secundaron las intenciones de Capitanía. Esos son los verdaderos héroes del 23F. Esos son los héroes anónimos que consiguieron abortar aquel intento de golpe de Estado.
Muchos años después encontré mi móvil, pero nunca encontré el momento de agradecer a mi padre su hazaña por España. Se fue. Su alzhéimer era ya muy avanzado y dañino, pero no tanto como los que quieren ignorar y olvidar a quienes desde su mando, honor y responsabilidad consiguieron que la democracia en España se fortaleciera.
Han pasado 42 años y nuestro sistema constitucional tiene grietas. Papá vuelve.
Alejandro Sáenz de San Pedro