En las situaciones de crisis, la naturaleza humana es capaz de mostrar su mejor y su peor cara. Por un lado, corrientes de solidaridad y compromiso invaden todos los rincones del país. Imágenes de ejércitos de héroes anónimos y altruistas recorren la geografía nacional. Pone la piel de gallina, observar a los millones de españoles, cada uno desde su espacio vital, como contribuyen a la vertebración nacional en un objetivo común. Unos, los más, desde el confinamiento. Otros desde la primera línea de fuego. No en vano, España, a pesar de algunos, esta viviendo el periodo de mayor estabilidad de la historia. El periodo más amplio en paz que se recuerda. A ella ha contribuido el esfuerzo y la generosidad de varias generaciones impregnadas por el espíritu de la transición.
En el lado oscuro, los intentos de burlar las normas colectivas necesarias para vencer a la epidemia. Se han reconocido más de 12.000 WEBs con algún timo relacionado con el coronavirus. No sólo eso, según fuentes del Ministerio del Interior se han intentado secuestrar datos a través de “ransomware” -programa de software malicioso que infecta el ordenador-, enviado a través de mensajes de correo electrónico dirigidos a personal sanitario. En este mismo sentido, se han detectado ciberataques a estructuras sanitarias con el aparente objetivo de poner en compromiso la información contenida en sus sistemas.
En el lado de la luz, destacan, en todo el país, sanitarios implicados en su difícil labor asistencial, su función principal y para la que están ampliamente preparados. A ella se dedican sin freno, con sobreesfuerzo e incertidumbre, limitación de medios y en algunos casos, demasiados, encontrándose con la inevitable infección. Sin duda, llama poderosamente la atención el papel de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, reconocidas por determinadas formaciones políticas, en una visión miope, desequilibrada y ancestral como órganos de represión, dando una lección de compromiso, entrega y competencia. Se comportan como entes de paz, volcados de una forma decisiva, en la lucha contra una de las manifestaciones de la “guerra” en el siglo XXI. La labor de unos y otros no sería posible sin la callada y sacrificada labor de los trabajadores de los servicios básicos de limpieza y de provisión. La lucha contra la epidemia seria más frágil. Las consecuencias de la injuria de magnitudes mucho mayores.
Por otro lado, los Palacios de Congresos y los Recintos Feriales destinados en época de paz a generar espacios para la empresa, la ciencia y la promoción comercial, se están transformando en estructuras residenciales y asistenciales. Por su capacidad y versatilidad se están convirtiendo en recursos sanitarios al uso imprescindibles para la lucha contra el COVID en los momentos álgidos.
IFEMA, Palma Bay y el Recinto Ferial de Montjuic son tres grandes ejemplos de espacios reorientados al servicio directo de los ciudadanos. En IFEMA, con el liderazgo de la dirección del recinto y el compromiso de las empresas del sector, la UME ha contribuido y dirigido un equipo de 50 voluntarios, compuesto por parados y autónomos, que en menos de 72 horas ha tendido la red que lleva el oxígeno y el resto de los gases medicinales a las miles de camas y centenares de UCI neoinstaladas en el recinto. El recurso es una realidad en pleno debate técnico-profesional sobre el acierto del modelo de respuesta planteado. Se han convertido en verdaderos palacios al servicio del pueblo.
El otro foco trascendental se encuentra en el papel de las residencias y centros para discapacitados. La labor de miles de residencias de la tercera edad es labor encomiable, en un entorno difícil, y con poco reconocimiento y atención en nuestra sociedad de principios de siglo XXI. La intensidad de la epidemia y su premura ha hecho que se interpretaran situaciones desbordantes y paralizantes como indolentes. Representan, sin ninguna duda, junto a los más pobres, las personas y espacios más frágiles de esta amenaza. Son los más afectados y los principales perjudicados. Sin dejar de investigar los posibles delitos, me ha parecido una bajeza la condena general por parte de aquellos que prefieren buscar culpables antes que soluciones.
El propio llamamiento del Ayuntamiento de Barcelona ahonda en este aspecto. Insta a la Generalitat a activar de forma inmediata y urgente un plan de actuación en las 255 residencias de tercera edad públicas y privadas en la ciudad tras constatar que los refuerzos del departamento social específico son insuficientes. En un claro orden de prioridades, no se les han caído los anillos a la hora de recabar directamente apoyo a la Unidad Militar de Emergencias.
La situación más dolorosa es la de las víctimas y sus familias. La crueldad de la epidemia provoca que setenta, ochenta, noventa años de esfuerzo de un ciudadano se puedan esfumar en días sin el calor de su entorno.
Todos los servicios públicos están acumulando víctimas directas. Por su emotividad, quiero resaltar el tributo recibido en Logroño, por el teniente coronel Jesús Gayoso Rey, jefe del Grupo de Intervención Rápida de la Guardia Civil, de 48 años, fallecido ayer por coronavirus al no poder superar una infección. Su férrea lucha contra un grupo de incivilizados que no querían mantener el confinamiento tras haber protagonizado uno de los focos iniciales y más graves de la epidemia de nuestro país se lo llevó por delante. Q.E.P.D
Afrontamos, en casa y con el soporte de los medios de comunicación una jornada más en esta lucha amplia y solidaria contra una epidemia universal. Con la experiencia de los que nos han antecedido, sabemos que estamos a un día menos del principio de su segura resolución. Buen finde amigos.