La política, esquematizada, se conforma de discursos, entendidos como la exposición de una línea de pensamiento, una ideología, una filosofía y, en segundo lugar, de la aprobación y puesta en marcha de medidas, las cuales deben encajar en aquel mensaje. El discurso es imprescindible: es el paraguas que lo envuelve todo, es la hoja de ruta, es el camino a la 'tierra prometida' que hasta puede dar sentido a la inactividad; y las medidas son la lógica consecuencia de aquellas proclamas.
¿Qué ha podido hacer razonablemente en estos primeros seis meses el nuevo Govern balear de los conservadores? Las medidas que se han podido adoptar han sido más bien pocas, casi nada. Han estado más que han hecho. Lo más destacable ha sido poner control en el gasto para entrar dentro de la legalidad que exige Madrid, lo cual no era nada fácil. Pero tampoco ha habido cirugía fina: se dijo que no se podía gastar más de 3.000 euros sin la firma del director de Presupuestos y a este se le vino a decir que no firmara nada. O sea, congelado el gasto, que era lo importante. Y poco más: unas auditorías que no se hicieron, alguna ley que no dice nada, el desorden en el IB-Salut, el relevo a trompicones en IB3 y la incógnita de la política urbanístico-ambiental.
Una cosecha tan pobre debe ser atribuida en parte a la ausencia de dinero, pero también a la ausencia de discurso, que es lo más inquietante en estos momentos. Este PP ganó las elecciones sin programa: la gente votó contra el disparate del PSOE. Una vez en el poder, sí que era de esperar que se conformara un mensaje, porque es inconcebible estar cuatro años sin decir nada. Pero, seis meses después parece que sigue habiendo confusión en muchas cuestiones, desde el tren-tram, al aborto, del copago sanitario a los horarios comerciales. Lo peor es que estas son casi las únicas cuestiones en las que hay postura, de forma que casi podemos afirmar que cada posicionamiento es una polémica. Hay que reconocer que no son tiempos fáciles, que hay que reinventar la política cada día, que esto no es para aprendices porque transitamos caminos inexplorados, pero son demasiadas las intervenciones tanto en el Parlament como en las redes sociales que exigen piadosas distracciones.
CONFUSIONES, CONTRADICCIONES
Atendamos como ejemplo de esta incertidumbre lo del “copago pero a la larga” que defendió el vicepresidente económico, un hombre con una cualificación personal incuestionable. ¿Quiere sugerir Aguiló que las urgencias financieras de hoy no son tan graves como para hablar de copago? ¿De verdad que una deuda de siete mil millones y un déficit para el 2012 de 350 millones no bastan? ¿Es que el copago sólo se debe introducir cuando lleguemos a los diez mil millones de deuda pública? Si nos dice que a la larga será necesario, ¿quiere decir que estamos empeorando? Simplemente, no entiendo por qué lo que 'a la larga' será una solución no lo es hoy. Esto nos enlaza con aquello del presidente Bauzá de que “lo peor está por llegar.” ¿Cómo es posible que lo peor esté por llegar y este viernes no se haya adoptado ningún acuerdo para corregir esa caída libre? ¿Es que estamos hundiéndonos y no podemos hacer nada más que contemplarlo? Quizás, pero incluso en ese caso ¿nos lo pueden explicar? ¿Cómo casa se que estemos empeorando, si es que eso es lo que significa esa frase, y no queramos aplicar transitoriamente el Impuesto al Patrimonio, que nos daría 23 millones de euros al año? ¿Por principios? Yo también estoy en contra de este impuesto, pero no cuando casi todos los chicos de 20 años están buscando desesperadamente un futuro y no lo encuentran.
LAS URGENCIAS
Seis meses después de llegar al poder, el Govern tiene que construir un discurso verosímil, preferentemente de más de 140 caracteres, que conteste varias preguntas que los ciudadanos nos hacemos para poder creer en algo, ya que la oposición sigue aún soñando con un mundo inexistente, anterior a la crisis.
Primero y clave: cómo cree el Govern que esta región puede volver a generar riqueza y, sobre todo, puestos de trabajo. Esto es lo central, para empezar a poner bases a nuestras políticas. Cuál cree que será nuestro motor productivo del futuro. ¿El turismo para el que hemos eliminado casi toda la promoción? O un sector cuaternario innovador al que le estamos recortando el gasto en enseñanza superior.
Segundo, ligado con lo anterior: qué queremos que sean nuestros jóvenes. Eso significa apostar por la enseñanza en todos los niveles, un tema que va muchísimo más allá del catalán o castellano, tema muy político, muy electoral, pero del que no se come. Hemos de ahorrar en todo, pero en algo tendremos que tener una prioridad, en algo habremos de creer porque de ese algo dependerá el futuro. ¿Este algo no es la educación? ¿Cómo casa eso con los recortes en la universidad, que al final se traducen en menos jóvenes con acceso a estudios superiores? Yo no veo que estemos abordando en serio (esta es la palabra clave: en serio) el asunto del pleno dominio del inglés. El conseller, posiblemente el más político del Gobierno, lleva a cabo una excelente gestión ordinaria, pero aquí se necesita un huracán para cambiar las inercias. Esta crisis podría ser una buena excusa.
¿Qué vamos a hacer con la agricultura si no somos capaces de pedirle a Mercadona que compre productos locales, cosa en la que no nos haría caso pero al menos para que conste? ¿Qué vamos a hacer con la industria? ¿Esperar a ese tren de Almería a Barcelona que nos va a salvar?
Tercero: organizar la salida de la crisis financiera institucional. Este Govern sí se ha atrevido a aplicar el parche mínimo que exigía Elena Salgado y que a Manera y a Antich les vino grande: tener un déficit de sólo el 1.3 por ciento del PIB, o sea 350 millones de euros. Pero eso estuvo bien hace seis meses; hoy necesitamos un dibujo del futuro. Yo estoy aterrorizado de ver lo que está haciendo Cataluña, pero está haciendo algo para paliar su situación. ¿Nosotros estamos igual pero no hacemos nada? No lo sé, pero no quiero pensar que eso de que “lo peor está por venir” tenga que ver con que ahora estamos haciendo como las avestruces. ¿De verdad que no hay nada que replantear en la estructura institucional de Baleares? ¿Podemos seguir teniendo consells como el de Formentera o el de Mallorca? ¿Por ejemplo, debemos seguir trasfiriendo Agricultura a los consells y dejar una parte en el Govern para los asuntos europeos, duplicando equipos? ¿No hay nada que reorganizar en el transporte, por ejemplo? ¿Y en la gestión municipal? Recuerdo a un conseller del PSOE afirmar que hay tantas duplicidades que así no se puede seguir, pero no se ven cambios ni, sobre todo, planes. O no se comunican.
Los ciudadanos de Baleares necesitamos que este Govern acierte en su diagnóstico y nos diga qué haremos de ahora en más; es urgente tener la esperanza de que se podrá frenar esta caída. Necesitamos que este Govern tenga éxito para que bajo su liderazgo se conjuguen los escasos recursos disponibles con un mismo objetivo; es básico saber cómo vamos a salir de esta y apostar lo que tengamos a ello. Es trascendental que el Govern, como entidad clave en la economía, se redimensione de una vez y no tenga con el corazón en un puño a toda la sociedad, a ver qué ocurrirá. No podemos esperar cuatro años a que vengan otros. Sabemos que aquí no hay espacio para los milagros, pero hay dos tipos de milagros: unos que todos aceptamos y que consisten en sacar fuerzas de flaquezas para escalar el camino que nos saque del agujero y otros, que nadie desea y que más que milagros son ruletas rusas, que consisten en emprender un camino de sufrimiento y penurias sin saber si vamos en la dirección correcta.