El rapero mallorquín José Miguel Arenas Beltrán, alias Valtonyc, ha sido condenado por la Audiencia Nacional a 3 años y medio de cárcel por tres delitos: enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas, calumnias e injurias graves a la Corona y amenazas. Además, deberá indemnizar al presidente de la Fundación Nacional Círculo Balear, Jorge Campos, con 3.000 euros por un delito de amenazas. Durante el juicio celebrado en Madrid el día 8 de febrero, Valtonyc se declaró inocente y quiso desmontar el argumento de que sus composiciones artísticas incitaran al odio o a la violencia, insistiendo en que no buscaba provocar ni humillar a las víctimas del terrorismo. Parece que sus argumentos no han convencido al tribunal, que analizando la letra de sus composiciones colgadas en Youtube, determina que “tienen un indudable carácter laudatorio de las organizaciones terroristas GRAPO y ETA y de sus miembros (…) no ya de los objetivos políticos sino de los medios violentos empleados (…) y contienen una incitación a su reiteración”.
No cabe ninguna duda de que bajo el pretexto de la libertad de expresión y de la creación artística, que se pretende absoluta, no se puede en una democracia sobrepasar los límites establecidos en las leyes, como son el enaltecimiento de los actos de violencia, la amenaza a otras personas, o injuriar y calumniar a nadie. Y ante una incursión en estos comportamientos, el Estado de Derecho ha de corregir al que así se conduce de forma que comprenda que no todo vale. Sin embargo, no parece que una sentencia de 3,5 años de cárcel esté justificada por la gravedad ni el alcance de las canciones del rapero, sino que más bien se trata de un castigo un tanto excesivo. Matar pulgas a cañonazos nunca es recomendable y además, supone victimizar a Valtonyc de un modo que no merece.