Los lingüistas, por fin, han dicho algo sensato

Por fin, tras años escuchando estupideces sin par, un lingüista de la Real Academia de la Lengua ha dado la cara para decir claramente que ya está bien de esta sandez de lo políticamente correcto en la cuestión del sexismo. Ha sido tan brillante en su largo análisis que tal vez hasta ha valido la pena la espera.

Yo pienso que en realidad detrás de esta polémica hay mucho machismo que busca un subterfugio absolutamente banal para justificar su conducta; no se trata de cambiar lo profundo, sino de encontrar las payasadas superficiales que permitan poner etiquetas para, por supuesto, seguir sin cambiar nada. Digo ellos y ellas y ya está, me dan el certificado de no sexista.

El asunto del sexismo tiene varios componentes, todos ellos de límites borrosos, que se solapan y que pueden dar pie a tanta estupidez junta: por un lado, el hecho innegable de que el hombre y la mujer somos físicamente diferentes, aunque algunos se empeñen en negarlo; en segundo lugar, que la discriminación que ha existido tiene unas raíces culturales que no se pueden borrar de un plumazo, ni con un decreto, ni en un año; tercero, que a pesar de que hay una evolución positiva, aún queda mucho por resolver en este asunto. Y, no menos importante, siendo cierto que hay muchas mujeres discriminadas de forma intolerable, también hay discriminaciones por razón de ideología, de origen, de cultura, de estética, de raza, de lengua, o de religión. Es muy fácil hablar, porque eso no cuesta nada, pero la discriminación en el ser humano está tan instalada que ya me dirán cómo se llama lo que hoy hemos creado en nuestra sociedad respecto de las personas que están un poco entradas en kilos. Y, naturalmente, el daño de la discriminación no se puede ponderar con un medidor, sino que lo determina la subjetividad del que lo padece.

Un poco más de realismo y menos de hipocresía nos iría bien. Menos mal que, en esta pequeñez,la Academia ha hablado con criterio.