Los numerosos casos de corrupción que han salpicado Baleares y otras muchas comunidades han puesto de manifiesto la falta de controles en la administración pública, donde da la impresión de que cada uno ha hecho y deshecho a su antojo, con total impunidad y sin dar la más mínima explicación. Por eso provoca indignación y carcajadas a partes iguales escuchar a Jaume Matas decir durante el juicio por el ‘caso Palma Arena’ que “la gente debe tener garantía de que su dinero está bien vigilado”, pero ¿quién lo vigila? y lo que es más importante ¿a dónde va a parar?
Al menos en Baleares podemos consolarnos pensando que el dinero se destinaba, entre otras cosas, a pagar los discursos del president y no como en Andalucía a sufragar las fiestas del exdirector general de Trabajo de la Junta que junto a su chófer se pasaba las tardes en un bar consumiendo copas y cocaína.