OPINIÓN

Pacolí, el cabrón

mallorcadiario.com

Jaume Santacana | Miércoles 18 de octubre de 2023

La cabra de la Legión se llama Pacolí. El tal Pacolí desfiló, con dudosa disciplina, en el último desfile de la Victoria (bueno, ahora le llaman día de la Fiesta Nacional de España, a celebrar el 12 de octubre. Antaño —pero no tan antaño como se podría suponer la denominación de la jornada era algo así como Día de la Raza).

Tras diversos comentarios sobre la feminidad de dicha mascota guerrera (y, a la par, novia de la muerte) se ha descubierto que Pacolí es masculino, o sea que, en realidad no se la debería nombrar como cabra sino como macho cabrío, que es el eufemismo bestial del malsonante “palabro”: cabrón. Hasta hace poco no era más que un chivo pero, hoy en día, ya hace tiempo que lo han desmamado y ha entrado en su edad adulta, como quien no quiere la cosa. Para que quede claro de manera definitiva —y dicho en el más puro estilo del magistral José Ruiz, “Azorín”, siempre obsesionado con la sencillez y claridad que proporciona una frase agradecida literariamente— :“Pacolí es un cabrón”.

El susodicho Pacolí o “pacoliño” (sólo tiene once meses de vida, civil y militar) es un animal de color marrón, luce unas pequeñas manchas blancas en el morro, exhibe una barba y pertenece al tercio Duque de Alba (¡gran persona!) de la Legión con base en Ceuta. ¡Ah!, y va tocado en la cabeza con el típico “chapari”, el gorro legionario. El citado cabroncete desfiló (¿desfiló?) junto a los aguerridos mozos legionarios con una gran soltura, entendiendo como soltura la libertad de ataduras; ninguna correa en ningún momento y a 160 pasos por minuto, ahí es nada. Sobre su lomo o lomillo, un manto bordado con el correspondiente emblema de la unidad a la que pertenece, en este caso, “gastadores”. Me he atrevido a posar, suavemente, unos enigmaticos signos de interrogación sobre su modo de desfilar ya que los veteranos del ejército español sabemos que la posición y el comportamiento físico durante un acontecimiento de estas circunstancias exige una disciplina rígida e igualitaria (allá donde las haya) por parte de los miembros que realizan el acto, en este caso concreto, los señores soldados legionarios. Pacolí, es cierto, viajaba sin cuerdas ni ataduras, pero durante su recorrido aleatorio tendía a tirarse al monte, que es lo justo y natural cuando las cabras gozan de un cierto libertinaje y encima no llevan mantos institucionales de ningún tipo. Al respecto, el Ministerio de Defensa ha asegurado que “Pablo lleva mucha instrucción…”. Parece ser que “mamó” muchas horas de instrucción en su momento y les aseguro que un servidor —también sin correas— lucía un porte mucho más marcial.

Para aquellos que creen que lo de la “cabra de la Legión” es tradicional, de toda la vida, debo apearles de su craso error. Durante muchos años, en los noventa y cinco de vida de esta agrupación africana, las mascotas han sido varias y de muy distintas especies, eso sí, siempre animales: monos, gacelas del Sahara, arruís (carneros típicos del desierto), loros, jabalíes y hasta un oso.

Hoy en día, desde que en la parada militar española no figuran carros de combate, piezas de artillería pesada, camiones cargados con enormes misiles tierra-aire ni lujosos cañones con obuses (y, aun así, la factura sale por un pico…), Pacolí se convierte en la estrella. El grado de satisfacción infantil-juvenil expresado por la Princesa Leonor (cadete o cadeta recien estrenada en el bello y señorial oficio militar) al ver circular al macho cabrío por la calzada de la Castellana (¿o es Recoletos?) no deja lugar a dudas: “¡que mona!”, soltó entre sonrisas y con el barbotejo de la gorra trabado en toda la cara...

Pero no, no era una mona, era un auténtico cabrón; pero ya se sabe…los niños y las niñas…