La mayoritaria suspensión de muchos de los actos previstos en las fiestas populares que se celebran en Palma y en multitud de pueblos de Mallorca por Sant Antoni y Sant Sebastià debería haber sido suficiente para evitar concentraciones de riesgo en plena pandemia. No ha sido así en Sa Pobla, donde se concentraron centenares de jóvenes a pesar de la prohibición expresa sobre este particular y existe un gran temor a que en Palma se produzcan situaciones similares, a pesar de la suspensión de actos y la prohibición de 'foguerons'. El riesgo se va a extender hasta este próximo fin de semana, en lo que sería una prolongación de las fiestas "extraoficiales" protagonizadas por ciudadanos que no siguen las indicaciones oficiales.
El sentido común debería prevalecer a la hora de evitar el riesgo que suponen este tipo de concentraciones multitudinarias que -a todas luces y sin ser expertos- son un caldo de cultivo idóneo para la proliferación de los contagios. Especialmente con la variante actual que es altamente infectiva.
La Conselleria de Salut alerta de este tipo de aglomeraciones, indicando que su proliferación de forma incontrolada podría retrasar la llegada al pico de la sexta ola y el regreso a la senda de la disminución de contagios.
Es obvio que si tradiciones populares y de mucho arraigo se han suspendido este año es para proteger un bien común que va más allá de las ganas de fiesta y celebración que expresen estos grupos de incontrolados. Los esfuerzos realizados por tantos ciudadanos durante tantos meses no pueden verse comprometidos por la actuación de unos pocos que, carentes de toda responsabilidad, no están dispuestos a aplazar hasta el año que viene toda festividad que suponga concentraciones de riesgo.
La fatiga pandémica no es excusa, especialmente cuando se atisba cercano el objetivo de superar el momento más critico de la enfermedad. Y será oportuno que los municipios establezcan estos días vigilancias especiales para hacer cumplir las normas y prohibiciones decretadas.
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