Aunque aún quede un importante camino por recorrer hasta lograr la normalización de la vida tras la pandemia, los pasos dados estos días anuncian una recuperación progresiva de actividades cotidianas que hasta ahora estaban muy limitadas. La apertura contenida de los interiores de bares y restaurantes, la ampliación de los horarios comerciales, el retraso del toque de queda una hora... Son pequeños avances en una desescalada que el Govern ya anunció que sería lenta, en línea con la prudencia aplicada en Baleares desde que el número de contagios empezó a descender.
El aumento de las reservas turísticas y el nuevo pasaporte covid también son indicios de la apertura que se avecina para los próximos meses. Hasta la reapertura de un local como el Bierkönig -exponente de un tipo de turismo muy concreto en Playa de Palma, que vuelve a abrir sus puertas con todo tipo de controles sanitarios- marca una tendencia hacia la normalidad que ya parece a la vuelta de la esquina.
Para que esta nueva normalidad sea posible queda, sin embargo, un último esfuerzo de todos; un esfuerzo que debe garantizar que los pasos que se den no impliquen una vuelta al incremento de contagios y al retorno de las restricciones que ahora se levantan. Una recaída será definitiva para el tejido económico y social de las Islas.
En este sentido, la prudencia parece estar bien encauzada, como lo demuestra -por ejemplo- que un 46,6 por ciento de ciudadanos no están dispuestos a prescindir de la mascarilla desde el primer momento en que se permita no utilizarla. Es un porcentaje considerable, especialmente si se tienen en cuenta los muchos meses que ya lleva la sociedad con la imposición de la mascarilla. Un dato para el optimismo que refuerza el sentido común de una sociedad demasiado castigada y que no parece dispuesta a echar por la borda todo lo que ahora ya se empieza a ganar.
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