Las escenas de descontrol producidas en numerosas ciudades españolas este fin de semana han disparado todas las alarmas por las consecuencias que puede tener el final del estado de alarma. En Baleares, donde la justicia ha refrendado el mantenimiento del toque de queda, también hubo alternados que se saldaron con 16 detenidos en Palma. Son acciones protagonizadas por todo tipo de ciudadanos que, aunque no representan a una mayoría que cumple rigurosamente con las normas, sí provocan un gran temor ante la posibilidad de que este tipo de actitudes incívicas puedan provocar un repunte de los contagios.
En Baleares, además de los citados detenidos, la Policía Nacional tuvo que actuar ante numerosos incumplimientos de la normativa anticovid coincidiendo con el final del estado de alarma. Concretamente, los agentes levantaron 119 actas a lo largo del fin de semana y tuvieron que irrumpir en dos fiestas que se estaban celebrando en Palma.
El final del largo estado de alarma el pasado día 9 no supone que el virus haya desaparecido. Es una obviedad que, sin embargo, deberían recordar todos aquellos que, bajo unas ansias de libertad mal entendida, se consideran autorizados para incumplir una serie de normas que siguen plenamente vigentes; ya sea sobre el uso de la mascarilla, la concentración de personas o la prohibición de celebrar botellones en plena vía pública.
La sonrojante fiesta callejera puede acabar teniendo efectos sobre la salud de los concentrados, sobre el aumento de los contagios, la saturación de los hospitales y la reputación misma de un país que lucha en el extranjero por mostrar una imagen de seguridad sanitaria que queda muy comprometida con semejantes actuaciones. El lío legal que acompaña el final del estado de alarma no ayuda a que muchos entiendan lo que se puede y lo que no se puede hacer, pero bastaría con aplicar el sentido común y mostrar un mínimo interés por lo que han dictaminado las autoridades en cada comunidad para evitar las consecuencias de unas acciones abiertamente perjudiciales para todos.
Si es cierto que hay muchas ganas de salir y recuperar hábitos anteriores a la pandemia, no es menos cierto que todo esto se puede se puede retrasar aún más si el incivismo advertido estos días se convierte en un nuevo foco de contagios. De contagios y de muertes, que el coste en vidas humanas no cede en su dramático goteo diario.
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