Desde el mismo momento en que se hizo oficial la irrupción del Covid-19, la comunidad científica estuvo de acuerdo en que una primera medida de urgencia para mitigar la propagación del virus debía consistir en establecer directrices concretas de distanciamiento social. Las personas dejaron de hablarse con apenas medio palmo de espacio entre ellas, una costumbre muy arraigada en los países del Sur de Europa, y comenzaron a mantener una cierta separación física a la hora de comunicarse oralmente, que, en un primer momento, los expertos fijaron en unos dos metros, y, posteriormente, en algo menos, un metro y medio, por regla general.
Ahora bien, ¿es este realmente el espacio adecuado que debemos dejar entre nosotros y nuestros interlocutores? Los propios científicos reconocen que, en cierta manera, las medidas sobre distanciamiento que se han divulgado durante la presente crisis sanitaria han obedecido a una comprensible necesidad de aventurar consejos y recomendaciones que, dada la rapidez con que ha evolucionado la pandemia, no han podido comprobarse con exactitud.
Sin embargo, con vistas al futuro, y sobre todo ante la previsión de que dentro de un tiempo (meses, años o, tal vez, décadas, nadie lo sabe realmente) pueda originarse un nuevo foco expansivo de contagios, sea del Covid-19 o de cualquier otra enfermedad de gran capacidad infecciosa, los investigadores han querido establecer, no mediante pronunciamientos teóricos sino a través de pruebas empíricas, cuáles han de ser las medidas concretas y específicas del distanciamiento social.
Esta es la principal razón de ser de un proyecto auspiciado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) basado en la obtencion de datos computerizados y de inteligencia artificial, destinado a comprobar hasta qué punto las medidas de confinamiento que se han adoptado para frenar el Covid-19 están siendo efectivas.
Los resultados del trabajo, ya pre-financiado desde el CSIC gracias a la donación recibida de AENA y que va a ser coordinado por los científicos José Javier Ramasco, del Instituto de Física de Sistemas Complejos, y Frederic Bartumeus, del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC) y el CREAF, servirán para mejorar las estrategias de distanciamiento social que se tomen en futuros brotes de esta enfermedad o de otros contagios a escala internacional o mundial.
El profesor Ramasco ha admitido que las medidas sobre confinamiento tuvieron que aplicarse "de forma relativamente súbita, pero si la finalidad es evitar nuevos brotes resulta necesario contar con simuladores capaces de evaluar escenarios con distintos ritmos de vuelta a la normalidad, tanto por sectores como por zonas geográficas".
En este sentido, el proyecto, que cuenta con la participación de equipos del Instituto de Economía, Geografía y Demografía (IEGD-CSIC), del Instituto de Física de Cantabria (IFCA-CSIC), del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), así como de científicos de la Universitat Pompeu Fabra y del Centro Nacional de Epidemiología-Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), utiliza herramientas de inteligencia artificial y ciencia de datos e integra datos masivos en tiempo real de movilidad humana, encuestas geolocalizadas y modelos computacionales.
En otras palabras, se trata de un nuevo modelo que combina la epidemiología computacional, la demografía digital y modelos de movilidad humana.
Siguiendo la argumentación del profesor Ramasco, "en el estudio se tendrán en cuenta aspectos tan importantes como la distribución espacial de la población, su estructura por edad, y las características de los centros sanitarios y sociosanitarios, tanto hospitales como centros de salud y residencias geriátricas". De esta forma, como explica el científico, será posible "observar cómo las medidas de contención han cambiado la movilidad y el comportamiento de las personas".
La información y los modelos que se desarrollarán durante esta investigación se pondrán a disposición pública para su uso futuro siguiendo un modelo de datos en abierto bajo los principios FAIR (acrónimo de Findable, Accessible, Interoperable, Reusable).
Un segundo objetivo a largo plazo es establecer el germen de una red de epidemiología computacional en España, como existe ya en otros países, y una serie de herramientas analíticas interoperables, basadas en teoría epidemiológica, ciencia de datos e inteligencia artificial, para informar sobre la toma de decisiones en futuras situaciones de crisis epidemiológica.
Para llevar a cabo esta investigación, un equipo multidisciplinar de expertos en computación, demografía, física y estudio del movimiento está analizando datos masivos y de alta resolución que se están obteniendo desde operadores de telefonía y servidores de mapas y que explican cómo ha cambiado la movilidad y los contactos sociales desde que empezó el confinamiento.
Con toda la información reunida, el equipo simula diferentes escenarios o estrategias de distanciamiento social y ayuda para la toma de decisiones. En este sentido, el profesor Frederic Bartumeus ha compartido su expectativa de que los resultados "sirvan para comprender mejor los efectos del confinamiento sobre la dispersión de la enfermedad, pero también para ayudar en la toma de decisiones relacionadas con la revocación de las medidas: por ejemplo, para saber si es mejor finalizar el confinamiento de forma progresiva o no".
En este sentido, el profesor Ramasco ha informado de que para llegar a este objetivo, el proyecto incluye varias fases que se están realizando en paralelo. En primer lugar, los investigadores llevan a cabo la caracterización de la movilidad, que se está coordinando desde el IFISC a partir de la aportación de distintas plataformas de datos. Esta información proviene de redes sociales online y de patrones de movilidad capturaros por registros de telefonía móvil.
En este último caso, los datos son recogidos por las operadoras y empresas que participan en el proyecto y proveen al equipo de investigación con flujos de viajes agregados entre zonas. En ningún caso se accede a información individual.
Un segundo aspecto es el cambio de comportamiento de las personas debido a la percepción de riesgo. Así, desde el CEAB, el IEGD y la UPF se están desarrollando encuestas y aplicaciones móviles para cuantificar estas modificaciones en las conductas, intentando estimar la adherencia a las medidas de protección personal por parte de la población y cuáles son las variaciones en la cantidad y calidad de los contactos que se mantienen.
Finalmente, todos estos datos forman parte de modelos computacionales que se están desarrollando desde el IFISC y el IFCA para poder estudiar los distintos escenarios de salida de la crisis sanitaria que ha cambiado, de la cabeza a los pies, la normalidad cotidiana de los ciudadanos y la forma de concebir y llevar a la práctica las relaciones sociales.