OPINIÓN

La epidemia y sus tres derivadas

Opinión mallorcadiario.com

Jaime Orfila | Sábado 11 de abril de 2020

¿Quién iba a decir que esta epidemia provocada por el SARS-Cov2 iniciada en la China continental, anunciada el 31 de diciembre de 2019, se haría universal? Las anteriores crisis sanitarias de este siglo compartían características con la actual pero no llegaron a un nivel de contagiosidad que pusiera en jaque a todos los países del mundo.

Lo que no es baladí es que si en lo que va de siglo se habían producido ya tres epidemias por nuevos coronavirus, la posibilidad que se sigan produciendo nuevos brotes, era muy, pero que muy previsible. Las organizaciones supranacionales y nacionales y las instituciones de las que dependen, creadas y dedicadas en exclusiva a prever, identificar y controlar la expansión de las amenazas globales y de las epidemias en el mundo, no hicieron sus deberes. Ni lideraron la situación, ni se dotaron de medios humanos, técnicos ni materiales, ni desarrollaron las acciones tendentes a su control. Incluso, salvando todas las diferencias, pueden haber sido víctimas del alguna de las interpretaciones de la fábula atribuida a Esopo, ¡que viene el lobo!, sin haber integrado la moraleja. La evolución de las anteriores crisis pudo condicionar la falta de adecuación y respuesta a una pandemia, que ha expuesto a todos los ciudadanos del mundo a un riesgo previsible y al peligro cierto de infección y muerte.

La primera derivada es la sanitaria. El perfil epidémico no ha sido homogéneo en todos los territorios nacionales. Variables conocidas y otras no identificadas han contribuido de una forma muy importante a la penetración en las distintas regiones. Hay claros elementos que apuntan a actuaciones expansoras manifiestamente evitables. La respuesta desde el ámbito asistencial, de forma general, acompañada de la inevitable limitación de la movilidad, con tintes de heroicidad, ha contendido la avalancha.

Estamos entrando, a distintas velocidades y con un amplio efecto resaca, a un nivel de ralentización que abre la puerta de la esperanza. Seguiremos contando, durante semanas, los muertos por centenares y el dolor de la tragedia es humanamente indigerible. Sin embargo, la evolución de los indicadores de este primer pico epidémico nos lleva, inequívocamente, al control del brote. Las acciones para poner en marcha a partir de ahora serán de base, prioritariamente comunitarias. Se basarán en la identificación de los infectados y en aislamientos selectivos. Precisan una rigurosa planificación. Requiere pruebas diagnósticas rápidas, garantías de protección y seguridad y tiene que determinar qué pacientes sospechosos de padecer COVID-19 pueden ser seguidos en su domicilio. El otro aspecto determinante será el de minimizar las situaciones de riesgo, muy especialmente las residencias de ancianos, en los que intrínsicamente, el perfil de contagio es más fácil, más grave y de difícil control.

La segunda derivada, es el socio cultural. Tras un tiempo largo de crisis y con drásticas medidas que acotan nuestra forma de vida debemos recuperar nuestros valores, nuestra cultura y los aspectos más trascendentes del estado del bienestar tal como lo hemos implantado. Europa tiene mucho que aprender de otras culturas y muchas lecciones de esta epidemia, pero me cuesta interiorizar cambios en la esencia de nuestros signos de identidad cultura y de nuestras costumbres.

La tercera derivada es la normativa y económica financiera. A medida que se vayan recuperando, progresiva y ordenadamente las actividades socio económicas, con restricciones, con distancias de protección social y con medidas de cultura sanitaria adquiridas por la práctica totalidad de población nos vamos a encontrar con las consecuencias de la epidemia y sobre todo de las decisiones que se han omitido o tomado, sobre el empleo, la empresa y el endeudamiento. El país queda abocado a una crisis intensa de efectos y duración imprevisibles.

Las consecuencias de la tercera derivada, en todo caso muy grave, dependerá, entre otras variables no modificables de la solvencia, planificación, precisión y rigor en las medidas que se van tomando. Y estas medidas deben ser meditadas, pero no paralizantes, ágiles, pero no improvisadas, rápidas, pero controladas y cargadas de sentido común. ¿Nos coge preparados, con el mejor formato de gobierno, con los mejores profesionales marcando el rumbo de la recuperación? Un buen ejercicio de reflexión para este sábado de pasión.

Buen finde.

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