El reciente fallecimiento de Miguel Nicolau, director del Colegio Montesión durante muchos años, además de profesor de matemáticas por excelencia, ha tocado el alma de muchos de sus antiguos alumnos. Y también de sus compañeros de pupitre, pues el Sr. Nicolau fue alumno del colegio en los años posteriores a la Guerra Civil.
En total fueron 49 años ininterrumpidos dedicados al colegio, que culminaron como director del centro en su sede de Son Moix. No me bastan unas pocas líneas para cubrir en su globalidad la figura del Sr. Nicolau, pues son muchas las anécdotas vividas como uno de sus alumnos, y no me encuentro precisamente entre los mejores porque las matemáticas no eran mi pasión. Sin embargo, su marcha si me sirve como excusa para recordar su principal legado: inculcar a los alumnos los valores de la autoridad, el respeto a los compañeros y la capacidad de trabajo.
Vivimos tiempos en los que el profesorado ha visto mermado su prestigio, el reconocimiento a su autoridad (por parte de alumnos y padres) e incluso se exige que sean educadores las 24 horas de día, como si los hogares hubieran dejado de ser el principal foco educativo de toda persona. No pretendo reflejar aquí la idea de que “todo tiempo pasado fue mejor” ni comparar sistemas educativos del siglo pasado con los actuales.
Simplemente deseo constatar una realidad frente a la que todos podemos aportar algo. La educación de nuestros hijos no es un tema menor y el profesorado es un pilar fundamental en los años en los que uno se forma como persona. El diálogo entre el colegio y las familias no se debe reducir a circulares informativas. Esa fue otra de las lecciones del Sr. Nicolau, que enseñó a muchas generaciones a realizar ecuaciones y teoremas, pero que no olvidó la formación del alumno como una persona que tiene que adquirir hábitos, valores y virtudes, todo ello en colaboración y diálogo permanente con los padres. Descanse en paz, maestro.
Javier Pons de Villanueva