Lunes 20 de octubre de 2014
Las contundentes y valientes palabras de Aurelio Vázquez, presidente de la Federación Hotelera, dirigidas al secretario de Estado de Hacienda, Miquel Ferre, echándole en cara que los Presupuestos Generales del Estado no contemplan la reducción dei IVA turístico han de ser tenidas muy en cuenta por el conjunto del tejido industrial y por toda la sociedad isleña.
Balears es tierra moderada, solidaria, capaz de salir adelante con gran esfuerzo de sus empresarios y su sociedad civil para ser puntera a nivel de toda España teniendo que soportar una financiación autonómica mala y cicatera y un abuso en el IVA turística que perjudica la economía del Archipiélago.
Esta tierra, tal y como ha hecho Vázquez, siempre va de cara y no exige nada que no sea justo. Es pura horadez y nobleza. Tal vez no sea la mejor forma de actuar ante el poder central de Madrid, que comete el error de confundir a los buenos en tontos y a los honestos en débiles.
Otros, en cambio, se dedican a sacar miles y miles de banderas cuatribarradas con triángulos y estrellas solitarias, armando una algarabía que, a buen seguro, y cuando llegue el pacto con Madrid que todo el mundo ve cantado a medio plazo, conseguirán una financiación autonómica enorme, con un incremento no inferior a diez mil millones de euros anuales, y con mucha más capacidad de gestión sobre sus impuestos, competencias e inversiones públicas. Cuando el ruido consigue tanto y el silencio acaba orillado en el desprecio es que un sistema democrático no acaba de funcionar como debería.
Los hoteleros mallorquines han mantenido desde siempre un posicionamiento político exquisito. Jamás se han metido en jugadas políticas de altos vuelos y objetivos que suponen jugar con fuego. Prefieren el ir de frente y reclamar un trato digno. La pena es que Madrid no lo comprende y actúa como una madrastra de sus hijos verdaderos, simplemente porque son dóciles, cumplidores y disciplinados.
Mal irá España, y peor la política que se desarrolla en Madrid, si los altísimos cargos capitalinos acaban plegándose y aceptando lo que les exigen los que se lanzan a la calle, y encima con la amenaza de echarse al monte, mientras perjudica a los que de forma callada más se esfuerzan, más trabajan y van siembre con la mano tendida y la verdad por delante.
Mala política es esa de premiar al que se planta a las malas y de perjudicar a quien sigue adelante a las buenas. Toda resignación humana tiene un límite. Toda.
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