Empiezan las fiestas de invierno en Mallorca, con la figura central de Sant Antoni de Viana. Todo el mundo conoce la fiesta, sus protagonistas culturales y gastronómicos e incluso los metafísicos como el fuego. Pocos conocen la parte más humana del santo egipcio que fue el iniciador de toda una corriente cristiana de búsqueda del Dios que todos llevamos dentro. Al morir sus padres, Antonio se queda solo con su hermana pequeña. Tienen lo justo para no morir de hambre. Un día escucha la palabra de Cristo, en la que anuncia que el que le siga no necesitará nada para vivir: Déjalo todo y sígueme. Antonio deja a su hermana en manos de la congregación religiosa y se retira al desierto, sin nada, para llevar una vida ascética de anacoreta, siguiendo el ejemplo de un contemporáneo suyo, San Pablo de Tebas, considerado el primer ermitaño de la iglesia católica. Cumple 35 años y llevado por la idea de estar completamente solo, se retira 20 años más a una cueva en las montañas de Egipto. Allí empiezan las visiones hoy en día estudiadas por la sicología y la medicina que apuntan a la mala nutrición y a la soledad, la causa de sus desvaríos. Son las denominadas tentaciones de San Antonio. Estas visiones y tentaciones sufridas en sus carnes le convirtieron en un ejemplo de entrega al altísimo, que ha sido seguido por cientos de hombres y algunas mujeres en la historia del catolicismo. Las tentaciones de San Antonio fueron contadas por él mismo a otros ascetas de su época y a los que le visitaban para pedirle consejo y ayuda espiritual. Los demonios se le aparecían y le pegaban, le rajaban la piel y le producían escamas y heridas. Antonio enferma, pero consigue superarse a sí mismo al enfrentarse a los demonios, a los cuales vence. La tentación más conocida es la de tres mujeres, acompañadas de una celestina, que se ofrecen sexualmente. Tentaciones que supieron reflejar, con su maestría, pintores como Dalí, Max Ernst o el escultor Rodin. En psiquiatría se estudia este fenómeno del pensamiento sexual. Un problema que la Iglesia Católica nunca ha sabido cómo remediar. Mientras exige a los religiosos una completa castidad, sus dirigentes han tenido sexo con hombres y con mujeres a lo largo de estos 2000 años. Claro que, cuando se detecta un caso de acto sexual entre la curia, los que mandan les recuerdan el ejemplo de San Antonio de Viana, nuestro santo de estos días. Por eso, estimados lectores católicos, estaría bien reflexionar sobre cuál debería ser el futuro de la religión católica, apostólica y romana. Estamos educando a nuestros jóvenes desde la equivocada premisa de que tienen todo el derecho del mundo a hacer lo que quieran con su cuerpo y con su vida. Y si son musulmanes, pueden hacer lo que quieran con los cuerpos y las vidas de los no creyentes (cristianos). Y si no me creen, les recomiendo que busquen en la prensa mundial los casos de violaciones que se han denunciado, estos días, en Inglaterra. Para los agresores, la mujer que no es de su religión es inferior a ellos, no tiene derechos y puede ser usada como esclava. Eso decían a la policía cuando los detenían. Los gobiernos británicos de estos últimos años, escondían los delitos para no causar problemas de integración entre musulmanes y cristianos. Lo mismo que está pasando en el resto de la Europa comunitaria. Cuando intentas entenderlo, te encuentras con la clásica referencia a la libertad sexual de las europeas. Y como las mujeres modernas se visten de manera provocativa, dicen ellos, y no cumplen con el hiyab (modestia femenina), pueden ser castigadas con fuerza (violación). En Mallorca, las instituciones públicas están educando y criando a los menores no acompañados que seguirán en la isla hasta su mayoría de edad. Ojalá que seamos capaces de educar a estos chicos en la idea de la libertad sexual desde el respeto a la mujer.