El Corto

Tal vez recuerden al actor Daniel Guzmán de Aquí no hay quien viva, donde participó en más de setenta episodios. Después se hizo director, y en 2016 ganó el Premio Goya en la categoría Mejor Dirección Novel. Tiene otro, además, en la de cortometrajes, y viendo el aprecio que le dispensa la Academia uno no se sorprende al comprobar que en su cuenta de Twitter despliega, como un vendedor que expone su muestrario, las inevitables críticas a Ayuso, al «sionismo» y a los EEUU (a veces el sueño americano es terrorismo, afirma tajante).

En realidad Daniel Guzmán es muy cercano a Podemos: ha participado en algún mitin electoral, y en 2021 rodó para ellos el spot «Tú decides». El argumento era asequible para todos los públicos, incluidos los intelectualmente no muy sofisticados. Un fachita pretende convencer a su amigo de que vaya a votar exponiéndole sus desaforados y ridículos temores: que los comunistas lleguen al poder, que España se convierta en una dictadura venezolana, que los amigos de ETA campen a sus anchas y que los golpistas catalanes consigan romper España (ja, ja, qué estúpido el fachita). En consecuencia el amigo decide que ha visto la luz y votará a Podemos, es decir, a los comunistas amigos de ETA, de los golpistas catalanes y de la dictadura venezolana.

Uno de los temores del obtuso energúmeno que el corto podemita mostraba era que le quitasen la casa por expropiación o por okupación, que es algo que Podemos ha desechado siempre como un delirio de la ultraderecha. Tal vez por eso los okupas que invadieron el chalet de Daniel Guzmán intentaron, al saber quién era el propietario, dialogar con él por ser «aparentemente sensible a los problemas de vivienda». Según El Faro de Vigo los argumentos que Daniel Guzmán aportó al diálogo sobre la vivienda se materializaron en cinco robustos acompañantes, y a partir de ahí la negociación se desarrolló con fluidez: «todo fue muy rápido, nos pegaron y nos sacaron de la cocina a rastras preguntándonos por las llaves».

¿Es mera hipocresía? ¿Sectarismo? El psicólogo evolutivo Geoffrey Miller llama «señalización de virtud» -que aquí se ha traducido con acierto como «postureo moral» a esta exhibición hueca y sin esfuerzo de virtud para obtener el aprecio de la tribu y ventajas en el mercado del emparejamiento. Miradme, queredme, soy bueno. Por eso la señalización sigue estrictamente las exigencias de la moda moral del entorno y el momento. En 1961 Berlanga estrenó Plácido, una sátira cáustica sobre la práctica ostentosa de la caridad en el franquismo. Hoy el pavoneo moral no abunda en la derecha religiosa, sino en una izquierda que tiene su propia religión aunque no lo sabe. «Siente un pobre a su mesa» era el nombre de la campaña caritativa de Placido. Pero que luego se vaya, no vayan a venir los amigos de Daniel Guzmán.

En fin, que las cosas cambian: antes el mundo del cine hacía películas sobre las situaciones ridículas, y ahora protagoniza las situaciones ridículas. Y es que el Plácido mundo de la cultura está siendo repetidamente retratado esta semana. Hace unos meses se lanzó a apoyar al «periodista» Pablo González, detenido en Polonia bajo acusación de espionaje. Pueden ver el vídeo con los ineludibles Juan Diego Botto, Wily Toledo, Carlos Bardem –y hasta el juez Garzón- alertando del atentado a la libertad de prensa frente al que Europa permanecía muda; no consta que ninguno de ellos rodara otro vídeo en defensa de los más de 30 periodistas que Putin mantenía encarcelados por aquellas fechas. El mismo Putin que ahora, con los brazos abiertos, y sin duda preocupado por la libertad de prensa, ha recibido al «periodista» Pablo González confirmando las sospechas de Polonia.

Y por supuesto Venezuela: hay un estruendoso silencio de la cultura sobre el robo de las elecciones por el dictador Maduro y sobre los asesinatos que perpetra contra los que se resisten a dejarse robar. Pero seguro que en el próximo corto de Daniel Guzmán os queda todo claro, fachitas.