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Los diez mil aduladores de Matas

jueves 31 de julio de 2014, 08:12h

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Ver entrar a un presidente en la cárcel produce pena y sentimiento de compasión. Matas está condenado y ratificado por el Supremo. Su situación penal es inapelable. Pero fue presidente y primera autoridad de las Balears en dos legislaturas. En la segunda obtuvo mayoría absoluta.Y una cosa es criticar con dureza al que ejerce el poder y señalarle todo lo que hace mal o donde se propasa y otra muy diferente verlo entrar en un penal castellano con la cabeza hundida y completamente solo. Es esta soledad en la hora de la derrota más absoluta lo que muestra la parte más descarnada de la política. Probablemente no haya actividad humana (a excepción de la guerra) que exhiba lo más despiadado e insensible de los seres humanos en la hora del sálvese quién pueda y de desmarcarse de los vencidos.


Cuando le encierran a su presidente, todo pueblo muestra el latón de sus debilidades, carencias y cobardías.


Al ver la imagen de Matas enfocada de espaldas abriendo el mismo el portal de la prisión, inhumanamente abandonado, me vino a la memoria el mitin central del PP de la campaña electoral del 2007  en un Palma Arena abarrotado. Estaba Rajoy. Habían llegado autocares fletados por el PP de toda la Part Forana. Diez mil populares aclamaban a Matas. Rajoy estaba extasiado. Matas colocó a todos sus alcaldes en un estrado especial, ampliamente visible desde todo el velódromo. En pleno mitin, Matas les miró, les señaló y gritó: "¡Mariano, éstos son tus alcaldes!". La baba corría a mares por el Palma Arena. "¡No nos lo pueden poner más fácil!", afirmó el todavía presidente refiriéndose a la oposición. Cuando Matas habló del Metro, recién inaugurado, los diez mil costaleros casi se desmayaron de gozo. Matas parecía zozobrar  por  los alaridos de euforia que lanzaba la muchedumbre de palmeros. Al terminar su intervención, sonó la musiquilla electoral del partido especialmente compuesta para aquellas elecciones. Algunos de los consellers de Matas (prefiero olvidar sus nombres) se pusieron a bailar como si  estuviesen en pleno frenesí en una discoteca. Rajoy alucinaba en colorines. Le temblaban hasta las gafas. Al terminar el evento muchos regresaron a pie a sus casas bordeado el recién inaugurado Parc de Sa Riera. Centenares de populares aplaudían contemplando el logro y deshaciéndose en elogios hacia Matas y hacia la todavía alcaldesa Catalina Cirer.


Pero acto seguido llegaron las urnas y al PP le faltó un puñado de votos para conseguir la mayoría absoluta. Y allí empezó el tsunami hacia el desprecio y hacia la nada.


Ninguno de aquellos diez mil embelesados ha dado la más mínima muestra de apoyo a Matas. Muchos le deben cargos, prebendas, facilidades, contratos...su posición social, actual o durante mucho tiempo. Pero ahora todos miran hacia otro lado como si su gran benefactor fuese un apestado. "El que la hace que la pague", comentan en privado intentando justificarse.


Pero otra cosa es la conciencia, la fría e implacable conciencia. En Balears hay diez mil que es imposible que estén en paz con su conciencia  al ver a un hombre hundido, humillado y entrando solo en la cárcel de Segovia. Entre otras cosas porque Matas, ante todo, no ha sido otra cosa que el reflejo de todos ellos, su producto más refinado, su ídolo. Ellos le emborracharon de poder. Ellos le alimentaron las subidas de ego. Si hubo derroche de dinero público fue porque diez mil (o bastantes más) le endiosaron y le hicieron olvidar al presidente que era y es mortal.


La lección de esta época, convertida en moraleja dirigida a todos los que son o serán presidentes de Balears, es sólo una: No te creas los halagos; mantente firme frente a la vanidad, porque los que ahora te aclaman desaforadamente no son otra cosa que el polvo y la sombra de tu soledad a partir del día en que pierdas el poder.


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