La barriada palmesana que hoy conocemos popularmente como Sa Gerreria no tuvo siempre la misma denominación, o no al menos en lo referente a todo su perímetro, ya que varias de sus calles interiores conformaban en los años sesenta, setenta y ochenta el denominado "barrio chino" de la ciudad —llamado es brut en catalán—, cuando ese nombre tenía un significado y unas connotaciones totalmente distintas a las que pueda tener hoy un barrio que se defina igualmente por ese calificativo. La nueva cara arquitectónica y la nueva vida actual de Sa Gerreria es un fenómeno relativamente reciente, ya que esencialmente se remonta a finales del siglo pasado.
El Plan Especial de Reforma Interior (PERI) que puso en marcha en esa zona el Ajuntament de Palma a finales de los años noventa, con el popular Joan Fageda como alcalde, cambió en buena medida la antigua historia y el día a día cotidiano de Sa Gerreria, una barriada que gracias a dicho PERI —conocido también coloquialmente como "proyecto de rehabilitación de Sa Gerreria"— se fue reconvirtiendo poco a poco en un espacio esencialmente de clase media, con los mismos servicios que cualquier zona normalizada de la ciudad. Aun así, todavía hoy pueden verse aquí y allá imágenes de abandono y de pobreza, no muy distintas a las que podían observarse un cuarto de siglo atrás.
Para intentar entender quizás algo mejor los antecedentes lejanos de esa reforma, seguramente sea necesario hacer referencia al nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Palma de 1985, que preveía ya diversas medidas de recuperación del centro histórico, sobre todo impulsando varios PERI, es decir, varios planes especiales, en concreto en el Puig de Sant Pere, Es Jonquet, Sa Calatrava y el ya citado de Sa Gerreria. En aquellas fechas, el alcalde de Palma era el socialista Ramón Aguiló.
La progresiva degradación de Sa Gerreria se había iniciado en los años sesenta, con la presencia cada vez mayor de locales de prostitución y de bares de alterne en lo que se denominaba el "barrio chino", que en sentido estricto abarcaba sólo unas pocas calles de Sa Gerreria, las comprendidas entre Socors, Ballester y Ferreria. Allí se encontraban locales como el Bar Hollywood, el Kentucky, el Diamante Rojo o el Póker Bar, ubicados los dos últimos justo al lado de la casa en donde residía el autor de este reportaje, que vivió 24 años en el número 23 de la calle Ballester, por lo que pudo constatar diariamente la miseria, la falta de futuro, la explotación sexual y el desamparo de numerosas familias.
En ese contexto, una imagen que probablemente haya quedado hoy ya como arquetípica de esa época, pese a no reflejar todo aquel dolor y toda aquella desesperación, sea la de decenas de marines de la Sexta Flota acudiendo a los citados locales de lenocinio cuando desembarcaban en Palma. La situación social de la barriada, ya de por sí muy precaria entonces, empeoraría además exponencialmente a partir de los años ochenta, con la aparición de numerosos puntos de venta de droga y con el aumento de la inseguridad ciudadana. Así pues, se hacía imprescindible un cambio de timón lo antes posible, que parecía que vendría de la mano del citado PERI.
INTRAHISTORIA DEL PROCESO
Tanto el PERI del Puig de Sant Pere como el de Sa Calatrava y el de Es Jonquet recibieron en su momento bastantes elogios, mientras que el de Sa Gerreria fue, en cambio, muy criticado ya desde sus inicios, en especial por diversos historiadores y arquitectos, sobre todo por cómo se llevó a cabo el proceso de demolición integral del "barrio chino", en el marco del proyecto urbanístico específico que se denominó S'Estel Nou. Dicho proyecto —que formaba parte del PERI de Sa Gerreria— supuso, entre otras actuaciones, la eliminación de buena parte del trazado urbano medieval de la zona, de origen árabe, así como la creación de dos nuevas plazas y tres viales. Sólo se salvaron entonces de las piquetas nueve edificios, por estar catalogados.
El PERI de Sa Gerreria fue el primero que contó con una participación ya muy destacada de la iniciativa privada, sobre todo en el desarrollo y la ejecución del proyecto de S'Estel Nou. Este proyecto suscitó en su momento también bastantes reproches vecinales, no tanto por su loable propósito inicial de eliminación de es brut, sino esencialmente por el modo en que se hizo el proceso de expropiación de la mayor parte de viviendas del "barrio chino", con unas indemnizaciones que muchos de los propietarios afectados por aquellos desposeimientos consideraron extremadamente bajas.
Como se ha indicado, las mencionadas expropiaciones, previas al derribo de las casas, no afectaron a todos los edificios de Sa Gerreria, sino sólo a determinados inmuebles de unas calles muy concretas, por lo que hoy conviven en la zona nuevos bloques de viviendas casi futuristas, lujosos establecimientos comerciales y hoteleros, fincas de origen decimonónico rehabilitadas perfectamente, diversos servicios de primera línea del Ajuntament de Palma, inmuebles tapiados por completo por su estado ruinoso, solares más o menos abandonados y antiguos negocios —entre ellos por supuesto varias gerreries— o comercios tradicionales que llevan cerrados varias décadas.
Por otra parte, el hecho de que las indemnizaciones económicas que recibieron muchos de los antiguos propietarios de los pisos de la zona fueran en su mayoría muy pequeñas, provocó que decenas de esas personas tuvieran que irse a vivir luego a otras barriadas cuando la reforma de Sa Gerreria estuvo ya acabada y los nuevos pisos construidos, ya que los precios de algunas de esas renovadas viviendas eran demasiado altos para que muchos de aquellos viejos vecinos pudieran volver a adquirirlas.
PRESENTE Y FUTURO
De la decena de antiguos pequeños comercios que había décadas atrás en la calle Ferreria, sólo continúa hoy abierto Eléctrica Ibero Americana, que nació a mediados de los años cincuenta. Su actual propietario, Llorenç Juan Sabater, de 61 años de edad, es hijo del fundador de esta tienda, en la que además ha trabajado desde siempre, por lo que es una de las personas que mejor conocen el barrio. Persona afable y muy humana, Llorenç valora el ayer y el hoy de Sa Gerreria para mallorcadiario.com.
"Es una realidad que, en líneas generales, ha mejorado lo que es el barrio, no podemos decir lo contrario, porque sería mentir", señala, para añadir: "Ahora bien, de lo que se prometió en su momento que se haría a lo que finalmente se ha hecho creo que hay una gran diferencia". Su conclusión en este punto es que si bien reconoce que globalmente ha habido una "mejora", esta ha sido sólo "relativa". Ese desfase entre el deseo y la realidad explicaría, por ejemplo, por qué en la calle Ferreria o en la calle Ballester apenas hay hoy comercios. "Se pueden contar casi con los dedos de una mano los que hay y no sé si aún nos sobraría algún dedo" ironiza.
"En Eléctrica Ibero Americana antes éramos mayoristas y ahora nos dedicamos más a lo que es la atención al público, por lo que nuestra clientela ha cambiado en buena medida, si bien todavía vienen a comprarnos material electricistas que conocemos desde hace muchos años", explica. Por lo que respecta a las personas que hoy viven en la zona, confirma que muchos nuevos edificios y locales han sido adquiridos por extranjeros, especialmente del norte de Europa.
Con respecto al futuro más inmediato de su negocio, Llorenç prevé jubilarse ya en él, "si Dios quiere", cuando le corresponda. Con el amable responsable de esta eléctrica repasamos al final conjunta y melancólicamente los nombres de algunos pequeños comercios o establecimientos que desaparecieron ya para siempre, pero que formarán parte de manera indeleble de lo mejor de la historia de Sa Gerreria, como la Granja Suiza, Los Jazmines, Calzados Esther, Radio España, Ca N'Ordinas, Almacenes Casa Roca, Can Meca, Helados Che, Ferbo, Almacenes Serra, El Tropezón, la Pensión Central, Helados El Rubio, Plastigom, la Casa del Vaso, la Armería Pizá o Casa Vallés. "No queda apenas nada de aquel mundo", lamenta. Aun así, también es cierto que antiguos y reconocidos negocios como el Bar Flexas u Óptica Alfonso continúan aún en activo.
CAMBIOS Y CONTINUIDADES
Con Llorenç también coincidimos en el recuerdo compartido de que la práctica totalidad de los residentes tradicionales de Sa Gerreria durante décadas, tanto mallorquines como inmigrantes procedentes de la Península, conformaban una especie de gran familia, en donde las relaciones personales y laborales estaban presididas mayormente por el respeto, la proximidad, la educación, la solidaridad y la bonhomía. Pese a los problemas sociales y económicos ya señalados, Sa Gerreria fue un ejemplo durante muchos años de que en las barriadas consideradas como más humildes pueden reinar también los valores y los sentimientos más altos.
En la actualidad, en la calle Ferreria o en sus proximidades se encuentran varios edificios de titularidad municipal, como el Centre Flassaders, la Regidoria d'Educació, el Patronat Municipal d'Escoletes o la Oficina Antidesnonaments, mientras que en la calle Ballester se encuentran los Nuevos Juzgados. Por otra parte, como se ha indicado ya, se encuentran en la zona calles de nueva creación, como la plaza Raimundo Clar, la plaza Nova de la Ferreria, la calle del Forn del Vidre Vell o la calle del Hostal de Santanyí, en donde es posible hallar restaurantes, comercios o zonas verdes de primer nivel.
Uno de los establecimientos que no lleva aún muchos años en la zona es Botons, que abrió sus puertas en la barriada de Sa Calatrava en 2011 y que se trasladó a Sa Gerreria en 2016, según nos explica la copropietaria del local, Cecilia, de origen brasileño y que lleva 14 años en España. Su socia en este local es su amiga Cayetana, de nacionalidad española. El interior del establecimiento es precioso, con un toque vintage que invita a permanecer en él mientras uno decide cuál será su compra.
Este local se define en Instagram como un "espacio de belleza pensado para mejorar la vida de todos los que nos rodean". En su interior, además de un servicio de peluquería y estética, es posible poder adquirir también libros, juguetes, productos naturales o ropa. Cecilia valora de forma muy positiva el estado actual de la barriada en su conjunto. "Nos gusta el agradable ambiente que hay en la zona y la vida que tiene Sa Gerreria, si bien es cierto que seguramente hay algunas cositas que aún se podrían mejorar".
VIVENCIAS Y REALIDADES
Uno de los antiguos vecinos que mejor y más a fondo conoce Sa Gerreria es Rafel Manera, de 55 años de edad, que vivió junto con su familia 22 años en un piso de la plaza Arzobispo Miralles —rebautizada luego como Mercadal—.
El autor de este reportaje conoce a Rafel desde que era un niño y siente por él y por su familia un afecto y un cariño muy especial. "Vivíamos allí mis padres, mi hermano gemelo Guillem, mi hermano Miquel y yo", recuerda. En aquellas fechas, atropellaron gravemente en el Passeig Marítim a su hermano Guillem, quien a raíz de aquel trágico suceso quedó parapléjico.
Tras recibir una indemnización del Estado, la familia compró un piso en la calle Ricardo Ortega, en donde residían sus cinco miembros. Con posterioridad, habría un nuevo traslado familiar a otra vivienda. Según nos explica también Rafel, su padre, su madre y su hermano Guillem fallecieron hace ya algunos años. En estos momentos, Rafel y Miquel viven en un piso próximo a la Plaza de Toros. La entrevista a Rafel se lleva a cabo cerca de la farmacia en la que trabaja desde hace más de tres décadas, ubicada curiosamente en la Via Sindicat.
"Reconozco que no suelo pasear mucho por la que fue mi barriada, de la que, en general, no guardo tampoco malos recuerdos", afirma. Rafel considera que Sa Gerreria está hoy "mucho mejor" que en los años setenta y ochenta, "aunque también es verdad que incluso en aquella época podías salir a jugar a la calle sin ningún problema". Pese a su valoración actual positiva, Rafel considera que una labor aún pendiente en la barriada es la de "rehabilitar antiguos edificios".
UN DESEO Y UNA ESPERANZA
Tras hablar con otros vecinos y comerciantes de la zona, la conclusión mayoritaria es que la nueva vida actual de Sa Gerreria invita a creer que más pronto que tarde se logrará ya una absoluta y total rehabilitación. Aun así, por desgracia, aún quedan algunos focos aislados de prostitución en la calle Ferreria —en ocasiones a plena luz del día— o en la Porta de Sant Antoni, así como también hay al parecer algún punto de venta de drogas en la calle Socors.
Mientras escribía este reportaje, recordé un artículo que publiqué en Última Hora hace algo más de veinte años, cuando empezaba todo aquel proceso de rehabilitación de Sa Gerreria. Lo titulé 'La ciudad invisible'.
Casi al final de ese texto señalaba que quienes habíamos vivido en el "barrio chino" durante décadas llegamos a sentirnos casi siempre "en mitad de ninguna parte, perdidos, olvidados, solos, invisibles para el resto de la ciudad y de sus gobernantes. Esta sensación de invisibilidad y de abandono llegamos a interiorizarla en muchos casos de tal modo, que, todavía hoy, forma parte indisoluble de nosotros mismos, por encima de cómo se hayan desarrollado posteriormente nuestras vidas".
Pero hoy, por suerte, Sa Gerreria es ya casi completamente otra y mi sueño y mi esperanza es que aquella sensación de tristeza y de desamparo que muchos antiguos vecinos tuvimos durante tantos años, no vuelva a sentirla o a vivirla ya nadie nunca más en Sa Gerreria.