El que Estados Unidos haya expresado su intención de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental es un hecho geopolítico importante cuyas consecuencias afectan directamente a España. Expuesto de esta manera habría que dar por descontado que el Gobierno de Madrid tendría noticia del hecho, bien por fuentes diplomáticas o por la Inteligencia nacional, y habría seguido el tema de manera permanente y preparado una estrategia para defender el interés nacional.
Pues no, los hechos parecen que han constituido una sorpresa para el Gobierno del país ibérico, circunstancia que se corresponde con la constante situación de insolvencia estratégica que caracteriza a España. Esta situación es muy esclarecedora y más en un momento de profundo cambio en el contexto internacional.
Es sabida la negligencia española en temas de política exterior o, dicho de otra manera, la indolencia en la aplicación de poder en la esfera internacional. El Estado español no puede ejercer poder, o influencia internacional, por carencia de varias condiciones, entre ellas, debilidad de la cohesión nacional. Esa carencia va forjando el carácter del Estado, transformándolo en introvertido y autodestructivo. El Sahara Occidental es un caso esclarecedor, un problema que viene de largo, asunto de la máxima importancia del Reino de Marruecos y contencioso interminable. Los hechos llevan a deducir que no se vio venir esta crisis en las vísperas de una anunciada reunión bilateral de los Gobiernos de Rabat y de Madrid, que evidentemente no es el marco de para tratar el tema. El encuentro fue víctima de la crisis y todavía a nivel mediático se prueba con varias disculpas para justificar el “retraso”. Es lo más parecido a una tomadura de pelo más del Gobierno a la ciudadanía española.
El ridículo está servido en el ámbito internacional, en el plano interno pelillos a la mar, no se trata. La narrativa doméstica transcurre por otros derroteros, como la politización de la justicia: beneficios para criminales y delincuentes independentistas; oprobio para los que no lo son, pero se busca desesperadamente la erosión de las más altas instituciones de Estado, aunque para ello se destruya la imagen de la Monarquía. Sigue el juego al despiste como el uso de lenguas propias, o dialectos, para traducciones simultáneas en las Cortes, a este paso se declarará el esperanto lengua vehicular. Si no fuese porque está en juego el destino de la nación el sainete sería esplendoroso.
La realidad se presenta diáfana: Marruecos, vecino de España se rearma, España no ha sido consciente de ello, aunque el hecho era de conocimiento público. Marruecos es apoyado por Estados Unidos, nuestro aliado más importante. España es, oficialmente, la potencia administradora del Sahara Occidental. Madrid, mira para otro lado y hace mutis por el foro. Francia y el Reino Unido apoyan a Marruecos. Argelia permanece a la espera. Resultado: España es un convidado de piedra en su propio ámbito geopolítico. Lo anterior no quiere decir que Marruecos efectúe el rearme como amenaza a España, es que el equilibrio del contexto se altera y Madrid tiene que tomar medidas para equilibrarlo.
No parece que en este caso se pueda recurrir a la socorrida UE, no es probable que Bruselas vaya a llevar la contraria a Estados Unidos y a Francia en un momento en que la Unión es incapaz de actuar en la delicada situación del Mediterráneo.
¿Cómo pudo y puede ocurrir todo esto?. Sólo puede haber una causa, la ausencia de ejercicio de soberanía. Si no se ejerce la soberanía deja de tener sentido y, en el caso del Estado español, la ausencia de su ejercicio es una constante. La desestructuración del Estado tiene estas consecuencias, no se es consciente que el resultado de ciertas estrategias electorales de lesa nación. La pregunta es: podrá España reconfigurarse como estado-nación.
Toda esta locura parece un mal sueño, pero los responsables directos tienen DNI, eso sí sin reformar.