Es fantástico que el Ajuntament de Palma haya acabado de una vez por todas con las terrazas cerradas que había en la ciudad. Los usuarios de tales instalaciones nunca agradeceremos lo suficiente a la exconcejala podemita, Aurora Jhardi, que ahora nos congelemos de frío mientras socializamos en la vía pública, tomando un café o una caña, tradición ancestral que tiene los días contados.
En Palma se premia a los empresarios que se atreven a tener una terraza abierta todo el año imponiéndoles las cargas que no se imputan a quienes cierran en octubre y allá te las compongas. En la plaza de la Lonja, por citar un ejemplo, ciertos establecimientos que tienen su persiana bajada todo el año excepto en verano, dejaban a la intemperie aquellas horrendas estructuras metálicas sin ningún uso. Cort no consideró conveniente sancionar a aquellos irresponsables que usaban el espacio público como si fuera de su propiedad. Por contra, a quienes optan por abrir todo el año les endosan las obligaciones que no exigen a los escaqueados. Bonita forma de estimular la actividad económica y la creación de puestos de trabajo.
Ya que no podemos acabar, vía decreto, con los turistas, lo mejor será hacerles la vida imposible a quienes les atienden, de forma que cierren y así los guiris dejen de visitarnos. Durante el gobierno municipal de PSOE y Més per Palma, han proliferado en el centro de Palma edificios enteros destinados al alquiler vacacional, en detrimento del uso residencial. Todo legal, no crean. Sin apenas puestos de trabajo, pero muy legal. Pero combatimos la gentrificación obligando a las terrazas a dejar la vía pública transitable de madrugada, cuando no hay transeúntes. Me recuerda al sofá en el que mi madre nunca dejó que nos sentásemos para que siempre estuviese nuevo. Más que nuevo, a estrenar.
Por más que la ciudadanía dictaminó en las últimas elecciones que no gobierne Podemos ni Més en Cort, el PSOE de José Hila decidió que siguieran fastidiando deliberadamente a los palmesanos a través de sus políticas en contra de la mayoría de vecinos. Siendo una minoría, logran imponer su modelo de ciudad, absolutamente residual y pernicioso, porque a los socialistas les hace falta su apoyo. Y así tenemos a Cort emboscado ahora contra las terrazas por el capricho de cuatro indocumentados.
Sólo recuerdo a un político que ignorase de este modo a la ciudadanía: el president José Ramón Bauzá. A él le daba igual todo y se mostró incapaz de maniobrar para buscar consensos. Lo mismo que hacen ahora Hila, Noguera y Jarabo. Pero igual no les saldrá gratis.