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Fase 1, entre el miedo y la esperanza

sábado 09 de mayo de 2020, 00:00h

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Tras 57 días de confinamiento domiciliario, Baleares entra este lunes en la llamada Fase 1 de la desescalada. Es decir, se van a autorizar, con condiciones, una serie de actividades que deben permitir recuperar parte de la normalidad en negocios y costumbres que quedaron interrumpidos el 15 de marzo. Se llega a este punto después de que el Ministerio haya constatado el cumplimiento de una serie de parámetros sanitarios en las cifras de Baleares y cuando desde hace dos semanas ya se habían ido aplicando pequeños avances como las salidas para hacer deporte, pasear o jugar, en el caso de los niños. Todo ello, también muy condicionado y con no pocos incumplimientos por parte de algunos.

Los ciudadanos de Baleares llegan a la Fase 1 con muchas ganas de retornar a su quehaceres habituales, pero también con muchas incertidumbres acerca de cómo se desarrollará la vida cotidiana a partir de ahora, en esta y en las próximas fases de una desescalada que se ha de prolongar hasta finales de junio. Desde el lunes se autorizan, con limitaciones, reuniones, visitas a familiares o la apertura reducida de comercios y bares, por ejemplo. Todo queda tasado con aforos y espacios determinados, de forma que se puedan ir ampliando condiciones hasta alcanzar una actividad cercana a la anterior al final del proceso.

El llamado distanciamiento social será el eje de la 'nueva normalidad' que empieza este lunes, otro concepto acuñado durante las últimas semanas y que pretende resumir las formas inéditas de relación entre personas y de desarrollo del trabajo que se irán implantando y que nadie es capaz de aventurar. La sociedad se mueve entre el temor a una pandemia que se ha cobrado la vida de más de 25.000 españoles y el ansia -y la necesidad económica- por recuperar lo antes posible la vida anterior.

Es posible que, aun avanzando en las próximas fases de la desescalada, las mascarillas, los geles desinfectantes, las mamparas o los guantes se conviertan en elementos de nuestra vida cotidiana. Y es que mientras no haya vacunas o tratamientos fiables de la enfermedad, todo se verá alterado, desde la vida en las aulas a las oficinas o los restaurantes, pasando por los transportes.

Se trata de que ese lapso de tiempo, aún siendo indefinido todavía, se desarrolle de la manera menos perjudicial posible, lo que implica un férreo cumplimiento de las normas por parte de todos -algo que aún queda por demostrar- y un decidido apoyo de las administraciones públicas no sólo a los más vulnerables, sino también a aquellos que pueden contribuir a mejorar la vida de todos.