Seguramente nos encontramos ante un tema de especial interés para la mayoría de las personas. Las emociones forman parte de nuestro día a día y de cada vez es más frecuente que nos jueguen malas pasadas, ya sea en el ámbito personal, deportivo, profesional o académico.
Nunca nos han enseñado a gestionar nuestras emociones, de hecho, más bien nos han enseñado a reprimirlas. Hasta hace poco, ni siquiera se hablaba de emociones.
Actualmente se empieza a hablar un poco más, pero esto no quiere decir que la cosa haya mejorado. Socialmente no todas las emociones están aceptadas, y esto lo podemos ver en cualquier red social, que muestran cuáles son las que socialmente están aceptadas y cuáles no.
Poco a poco la cosa va cambiando, pero ya sabemos cómo funciona la presión social y cómo puede afectar, en este caso, enmascarando algunas emociones y reprimiendo otras, con las consecuencias que esto puede tener sobre el bienestar de la persona.
El mundo del deporte es un contexto donde las emociones están a flor de piel, y las personas apasionadas viven muchas emociones gracias a él, ya sea como deportistas, aficionados o profesionales que trabajan en el contexto deportivo.
Es habitual ver a deportistas y/o entrenadores/as u otros profesionales que pierden el control de su conducta por el hecho de no gestionar las emociones. Esta pérdida de control puede afectar a nuestro rendimiento, a la toma de decisión, a la concentración e incluso bloquearnos.
En el alto rendimiento hay muchos factores que pueden favorecer que las emociones florezcan, como la presión para ganar el torneo, la presión de los sponsors o la presión social, entre otras. Pero esta presión no es exclusiva del alto rendimiento, de hecho, cada vez es más típico ver a golfistas amateurs que pierden el control, entre otros factores, por presión a ganar, a bajar de hándicap, a ser profesionales, de los padres, perfeccionismo, etc.
Aprender a gestionar las emociones beneficiará al rendimiento, pero también al día a día de la persona que hay detrás del deportista, ya que la evitación o el enmascaramiento emocional no es beneficioso.
Antes adentrarme más en el tema considero importante comentar que todas las emociones tienen una función y no existen emociones positivas o negativas, aunque sí podríamos hablar de agradables o desagradables, o adaptativas o desadaptativas (funcionalmente hablando).
Otro punto importante es que las emociones son respuestas innatas, automáticas e incontrolables, es decir, una vez se ha generado ya no podemos hacer nada con ella, simplemente experimentarla y aceptarla. Lo que sí podemos hacer es controlar la parte conductual y fisiológica que se genera con la emoción y después de esta.
En este caso voy a hablar del trabajo desde dos puntos de vista diferentes:
- Por un lado, voy a hablar de un trabajo más preventivo, en el que el objetivo es intentar controlar la emoción antes de que suceda y, si esta se desencadena, que la intensidad sea menor y poder gestionarla de una forma más adecuada.
En este punto es muy importante saber qué estímulos pueden desencadenar emociones y buscar conductas que nos permitan controlar el estímulo, por ejemplo, si como golfista nos enfada que el golpe des del tee no quede en calle, o fallar un putt “teóricamente” más sencillo, lo ideal sería analizar qué estamos haciendo en este momento y buscar alternativas a ello. Conocer las situaciones complicadas y cómo sobreponerse a ellas hace también que la emoción sea menos intensa, ya que ya conocemos las soluciones al problema que puede
suceder. También podemos hablar de rutinas psicológicas, las cuales nos pueden ayudar a ocupar espacios en nuestra cabeza para que las emociones no sucedan.
- Por otro lado, hablaré de un trabajo más de “intervención” de la emoción. Intervención entre comillas, ya que como dije anteriormente no se puede evitar el tener la emoción. En este caso, una vez la emoción ya se ha desencadenado hay que aceptarla y no intentar luchar contra ella. Además, es importante controlar la conducta posterior, para esto es importante decirnos lo que tenemos que hacer. Para poner un ejemplo vuelvo al mismo que antes, si fallar un putt me genera enfado y frustración, después del golpe podemos utilizar el autodiálogo para centrarnos en lo que queremos centrarnos y no en lo que nuestra cabeza quiere centrarse.
Además, si la situación lo permite se puede trabajar a nivel fisiológico (ya que toda emoción genera cambios fisiológicos al organismo) para que la emoción sea más fácil de gestionar.
No es fácil aprender a gestionar las emociones ya que son varios los factores que pueden desencadenarlas, pero con las pautas y técnicas adecuadas y entrenándolas se puede lograr una buena capacidad de gestión emocional.
Aprender a gestionar las emociones es muy importante, no solo para el rendimiento sino también para el bienestar.