El partido jugado ayer entre el Real Mallorca y el Osasuna se podría resumir con uno de esos refranes que tan bien nos definen a veces: ¡Qué poco dura la alegría en casa del pobre! Por una vez que nos pitan dos penaltis a favor y además los transformamos, no somos finalmente capaces de llevarnos los tres puntos. Y lo curioso del caso es que incluso pudimos haber perdido el punto que definitivamente conseguimos, ante el empuje del equipo visitante en los últimos minutos.
El conjunto de Vicente Moreno disputó una gran primera parte y una buena segunda parte hasta el minuto 68, segundo más, segundo menos, en que el Osasuna empató por vez primera el partido. Hasta entonces, el Mallorca había puesto el juego, el gol de Lago Junior, el balón al palo tras un cabezazo de Valjent, el orden defensivo, la intensidad, el control del encuentro y el espectáculo futbolístico. En fin, todo. Y no sé si aún me dejo algo.
En la segunda parte el partido seguía inicialmente por esos mismos derroteros, pero el osasunista Marc Cardona cambió el guión del encuentro en apenas un instante, en una gran jugada personal. En una de esas jugadas clásicas de «solo contra el mundo», el delantero rojillo se fue directo hacia la portería de Manolo Reina sin que nadie pudiera frenarlo. Ya en la frontal del área, disparó muy ajustado al palo y marcó, poniendo el uno a uno en el marcador.
Aún quedaban veinte minutos para el final del partido y todo parecía posible. Y así fue casi literalmente, porque en ese último tramo del encuentro pasó casi de todo. Así, se adelantó de nuevo el Mallorca gracias al gol de penalti transformado en el minuto 74 por Salva Sevilla. Dos minutos después, empató por segunda vez el Osasuna, gracias a Rubén García, que remató a gol de cabeza completamente solo, tras un pase milimétrico de nuestro «ex» Pervis Estupiñán. En cierto modo, los «ex» casi siempre nos acaban dando algún disgusto, si bien la aflicción podría haber sido ayer aún mayor si Estupiñán hubiera transformado en gol la falta que lanzó en las postrimerías del partido.
De hecho, en el último cuarto de hora fue el Osasuna el único equipo que tuvo ocasiones claras de gol. En esos momentos de incertidumbre muchos mallorquinistas nos preguntábamos: «¿Es mejor que acabe ya el partido o que haya muchos minutos de descuento?». ¿Truco o trato? En esas cavilaciones propias de la noche de Halloween estábamos cuando el árbitro pitó la conclusión del encuentro, tras haber añadido sólo tres minutos. Y fue casi mejor así, porque al final, en consonancia con una fecha tan señalada, sí que pasamos un poquito de miedo.