Aznar, en una entrevista el dia 21 de marzo de 1996 en TV3, tuvo el descaro y la sinvergonzonería de decir: “Yo quiero decir que el catalán, la lengua catalana, es una de las expresiones más completas, más perfectas, que yo conozco desde el punto de vista del lenguaje... Y desde luego quiero decir que no solamente la leo desde hace muchos años, la entiendo, y además, cuando estoy en círculos reducidos no muy amplios la hablo también”. La más vergonzosa e histórica bajada de pantalones.
Todo por la Patria podríamos llamar a los esfuerzos de Aznar para lograr el apoyo de Jordi Pujol y los 16 diputados que había obtenido CIU en las elecciones legislativas de hacia solo 18 días (celebradas el 3 de marzo de 1996), que necesitaba para conseguir por primera vez desde la muerte de Franco que la derecha gobernara en España, dado que no tenía mayoría absoluta. La misma noche de las elecciones en la concentración de los partidarios del PP frente a su sede de la madrileña calle de Génova la frase más escuchada, y jaleada por los dirigentes nacionales del partido, entre ellos el propio Aznar, había sido “Pujol enano, habla castellano”.
Pero no solo tuvo la desfachatez de decir que “cuando estoy en círculos reducidos no muy amplios la hablo también”, refiriéndose a la lengua catalana, para ganarse el voto de los diputados de CIU, sino que realizó la mayor y más brutal cesión de competencias a las autonomías y a Cataluña en especial como hasta el momento nunca se habían realizado y que aun no ha sido superada.
Entonces nadie en el Partido Popular se opuso al contenido del pacto, ni tampoco nadie de la oposición lo hizo: ni al nuevo sistema de financiación autonómica (con la cesión a las CCAA del 33% de la recaudación del IRPF, el 35% del IVA y el 40% de los impuestos especiales); ni a que las comunidades participaran de la Agencia Tributaria y tuvieran capacidad normativa sobre impuestos cedidos y compartidos; ni a la supresión del servicio militar obligatorio en el plazo de seis años; ni a la desaparición de los gobernadores civiles y su sustitución por subdelegados provinciales; ni a que la Generalitat asumiera las políticas del INEM; ni a que los puertos fueran transferidos a Cataluña; ni a que las políticas de tráfico pasaran a depender del Gobierno catalán, cuyo traspaso de competencias de tráfico de la Guardia Civil a los Mossos d’Esquadra supuso un claro debilitamiento del Estado en Cataluña, y la transferencia de una batería de competencias a la Generalitat (en educación, sanidad, justicia, agricultura, cultura, empleo, medio ambiente y vivienda).
En cambio este último fin de semana, ayer y anteayer, en el Congreso de los Diputados el líder, Pablo Casado (sí, sí, el del master fake, convertido de nuevo en el antaño ultrafacha discípulo de Aznar) y los diputados del Partido Popular recuperaron su versión más radical, la que caracterizó los primeros meses del mandato de Pedro Sánchez, utilizando el agrio insulto, el acoso, el hostigamiento tratando de desarbolar, impedir y desacreditar el acuerdo de Gobierno de PSOE y Unidas Podemos, que con toda certeza facilitará la reelección del socialista en segunda votación mañana martes, dando un bochornoso y nada edificante espectáculo.
Desde las bancadas de las derechas radicalizadas, sobre todo del Partido Popular, según pudo verse por la T.V., dedicaron pateos, golpes en los escaños, vítores al rey, peticiones expresas de tamayazo, gritos de traidores, golpistas, terroristas, llamando nauseabundos, infames y asesinos a los portavoces de otros grupos. Hasta el diputado Tomás Guitarte, por Teruel Existe, denunció que estaba sufriendo “acoso” para que cambiara su voto.
Una derecha fanática, guerracivilista, ultramontana y pirómana que sigue sin saber perder en las urnas.