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Cuando el ciudadano señala la epidemia, el independentismo mira al 155

sábado 21 de marzo de 2020, 11:39h

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Vivimos una época de zozobra. La ciudadanía está preocupada por la epidemia producida por este vil germen acelular con capacidad para infectar a toda la humanidad y atacar la permanencia de las costumbres básicas de nuestra civilización. La práctica totalidad de los afectados vencen la COVID. Las excepciones, porcentualmente pocas, sobrepasan la línea de lo tolerable y obligan a la lucha.

En esta súbita aparición de la epidemia en occidente, ha costado interiorizar la magnitud de la provocación y de las decisiones necesarias para frenar su expansión. El objetivo es claro, diáfano. Interferir en el contagio para evitar la saturación del sistema sanitario y reducir la mortalidad a la inevitable. El precio es alto, muy alto. En el ámbito personal por los aislamientos universales. En el profesional por la implicación continua, intensa, sin descanso de los colectivos al servicio de los ciudadanos. En el económico, por la paralización del sistema productivo. La economía tiene una importante derivada social con influencia directa en la salud de las personas que quedará maltrecha durante tiempo.

En esta guerra contra el coronavirus, tenemos tres grandes espejos. El chino, que afrontó el brote con intensidad, sin miramientos, con objetivo de estado y sin pararse en valorar los medios, orientándolo a frenar la epidemia con contundencia. Hoy celebran su tercer día sin contagios.

El coreano, meditado, inteligente, ordenado. Centrado en proteger, testar, identificar y aislar. Basado en una la planificación, la tecnología y los medios. Los resultados espectaculares. Al enemigo no se le ha dejado crecer, desarrollarse ni invadir a la sociedad. Ejemplo aparte es el de Singapur, ciudad-Estado, de 6 millones de habitantes, sólo ha contabilizado 266 casos confirmados y ningún fallecimiento.

El italiano, que a pesar de las experiencias referidas ha optado por contemporizar y la invasión ha sido infrenable y está sufriendo las consecuencias de forma inmisericorde.

En esta batalla estamos recibiendo muchas lecciones. En especial, la implicación de la mayor parte de la sociedad, en todos sus ámbitos que son muchos. La solidaridad. La calidad de los cuerpos de seguridad, el compromiso del amplio entorno sanitario.

También observamos actitudes, todo es opinable, que tienen la apariencia de miserables. Entre las más llamativas la que capitanea Torra. Más preocupado en el quien que en el qué. Después de meses dedicados a la no gestión le preocupa, y lo declara casus belli, que el estado contribuya a proteger al pueblo catalán de la invasión invisible.

Él y su borroka institucional; como ejemplo quedan las declaraciones oficiales de su gobierno y la despreciable actitud de un concejal de la CUP animando, en las redes sociales, a escupir y toser en la cara a los integrantes de la UME desplegados en Cataluña. Lo interpreta como un ataque a la España autonómica y acusa al Gobierno de tomar el control de la nación. Mientras mira al 155 deja de realizar todas las acciones que su pueblo necesita sumadas a los recursos del estado. De hecho, deberá trabajar intensamente en su cuidada función de ingeniería social para que una parte de las bases del procés no se vean desatendidas por su deplorable gestión de la sanidad por este nuevo exabrupto. Con la salud no se juega.

El otro mensaje nos viene de Venecia. En tan solo una semana de confinamiento las mugrientas aguas sobreexplotadas de la bahía se han vuelto cristalinas y la vida ha vuelto a ellas. Si dejamos de agredir a la naturaleza ella se recupera con facilidad.

Mientras preparamos los hospitales para atender al pico de demanda, debemos derivar cuanto antes al manual de Singapur. Compartimos insularidad y sistema sanitario fuerte. Se basa en la búsqueda activa de los infectados y su aislamiento. Acceso ágil al sistema sanitario y a los cuidados sanitarios básicos. Enviar mensajes de tranquilidad a la población por parte de las autoridades en coherencia con sus acciones y resultados. Mantener la vigilancia y reforzar los controles de cuarentena. Su método ha funcionado para todas las epidemias de este siglo. También para esta. No solo repele la invasión, sino que une a gobierno y ciudadanos y se dan confianza mutua. Protéjanse, cuídense, salvaguarden a los mayores y acomódense al modo reclusión.

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