El proyecto de construcción de una planta de hormigón en Son Malferit es una herencia envenenada que el nuevo equipo de gobierno municipal en Cort tiene sobre la mesa y sobre la que, tarde o temprano, deberá decidir. Se trata de una planta de fabricación de mortero y hormigón en la calle Son Pendola, 7. Muy cerca de Nou Llevant y de Son Güells, colindante con la tienda de muebles Ikea.
Una industria de este tipo, molesta por su propia naturaleza, que emite ruido y polvo, además de requerir de un importante trasiego de camiones pesados y de un notable consumo de agua, por más que el solar esté calificado urbanísticamente de suelo urbano industrial, al estar en una zona urbanizada residencial donde viven familias, se convierte en una actividad absolutamente desaconsejable. Las alegaciones que en este sentido han presentado la entidad ecologista GOB y la Federación de Asociaciones de Vecinos de Palma (FAAVV) apuntan, además, a problemas de salud pública para los residentes si finalmente la planta llega a ver la luz.
El Ayuntamiento de Palma tiene una patata caliente que no puede pretender endosar a la Comisión balear de Medio Ambiente. Debe coger el toro por los cuernos y tomar sus propias decisiones. Si como dice el concejal de Urbanismo, Vivienda y Proyectos Estratégicos, Óscar Fidalgo, Son Malferit no es el lugar adecuado para instalar una planta de hormigón, entonces no debe esperar al dictamen del Govern balear y ha de dar los pasos precisos para parar cuanto antes un proyecto que es nocivo para el vecindario y muy especialmente para quienes residen en las proximidades de lugar donde se pretende edificar la planta. Sin excusas y sin trasladar el problema a otra Administración.
La tibieza y la contemporización no debieran ser nunca instrumentos a los que recurren los gobernantes para evitar hacer aquello que deben hacer. Cuando eso sucede, crece la indignación y los problemas se hacen mayores. Esperemos que no sea este el caso.