Para determinar qué alimentos engordan a la población deben considerarse varios factores: la composición de los alimentos; la frecuencia y cantidad de consumo; el efecto fisiológico real que ejerce sobre nuestro cuerpo dicho alimento, y la habilidad del cuerpo para autorregular su ingesta; o la disponibilidad y presión social de consumo (a través de publicidad, por ejemplo).
"Sin tener en cuenta estos componentes, no se podrá señalar de forma adecuada qué alimentos están contribuyendo a que la población engorde o enferme de otras patologías crónicas, como enfermedades cardiovasculares y cáncer", advierte en una entrevista con Infosalus Eduard Baladia, miembro del Centro de Análisis de la Evidencia Científica de la Academia Española de Nutrición y Dietética.
Así pues, con estos factores dice que se puede desmitificar el posible efecto adverso de algunos alimentos, que por su composición, podrían ser dañinos para la salud, pero que no son un problema real de salud pública. Por otro lado, dice que se pueden señalar "con mucho más acierto" los alimentos o bebidas que están siendo el "gran enemigo de la salud pública del siglo XXI".
Por ejemplo, cita al aguacate, a las aceitunas o a los frutos secos, algunos de esos alimentos que a menudo son señalados como aquellos a limitar en cantidad por su composición, y por el supuesto riesgo suponer a la hora de padecer sobrepeso, a pesar de ser reconocidos en general como alimentos saludables.
Así, destaca que el contenido calórico del aguacate y de los frutos secos, o el contenido en sal de las aceitunas, es decir, su composición, es la que provoca esta preocupación pero, ¿qué ocurre con los otros dos componentes?.
"Por ejemplo, el aguacate, a pesar de ser mucho más calórico que el resto de frutos, la forma en la que es consumido (tanto a nivel de frecuencia como en cantidad; por ejemplo como ingrediente de una ensalada) por parte de la población, así como la posibilidad de financiar una alimentación que incluya de forma excesiva este alimento, ya que es muy caro, hace que sea improbable que pueda existir un consumo excesivo de este alimento, y que a la larga favorezca el aumento de peso", subraya el especialista.
En el caso de los frutos secos, el miembro de la Academia Española de Nutrición precisa que va un poco en la misma dirección, pero con la añadidura de que se tienen estudios que indican que, incluso en consumos bastante altos, no existe riesgo de aumento de peso debido a su gran poder de saciedad. "Al final del día consumiremos menos de otros alimentos porque consumir frutos secos, simplemente, nos quita el hambre; la autorregulación es muy buena en este caso", añade.
"¿Qué es lo que más engorda en un alimento? Así de forma simple, que tengan una alta densidad energética (muchas calorías en poco volumen), que tengan un porcentaje alto de azúcares libres y de grasas, y un bajo aporte de fibra. Por ejemplo, los frutos secos tienen una alta densidad energética, un porcentaje alto de grasas pero son ricos en fibra. Los estudios muestran que su consumo a voluntad no altera el peso porque la población suele autorregular muy bien su ingesta", señala.
Sin embargo, avisa de que las galletas con edulcorantes (sin azúcares añadidos) y con fibra sí presentan una alta densidad energética, un porcentaje alto de grasas, pero son ricos en fibra. "A pesar de ello son considerados bollería que contribuye al aumento del sobrepeso y de la obesidad", sentencia.
Finalmente, advierte de que el sedentarismo juega un importante papel en todo el proceso, no sólo por el gasto energético que implica, sino también por su impacto en la regulación hormonal de la ingesta, y por el estado emocional de la población (la ingesta emocional también está contribuyendo). Tanto es así, advierte, de que el sedentarismo se asocia a patrones de estilo de vida y de alimentación poco saludables.
El sedentarismo se asocia con la elección de alimentos de más alta densidad energética, como las bebidas azucaradas y la bollería, así como con ingerir alimentos delante de una pantalla, lo que provoca una ingesta involuntaria (así lo dicen los estudios, comer delante de la tele supone una sobreingesta por estar despistado). En cambio, la actividad física se correlaciona con mejores elecciones de alimentos saludables, como frutas y hortalizas, y con menor consumo de bebidas azucaradas y de bollería. Es decir, la actividad física no sólo contribuye al gasto energético, sino también a la conducta humana, incluyendo la alimentaria", concluye el experto en nutrición.