En plena ola de calor y con la temporada turística en su punto álgido, Capdepera ha sufrido una huelga del servicio de recogida de basuras que ha afectando seriamente a la salubridad y los negocios de la zona. Los desperdicios se han acumulado desde hace días junto a los contenedores, en las aceras o en cualquier espacio público, poniendo en riesgo la salud de los ciudadanos y proyectando una deplorable imagen de uno de los municipios más turísticos de Mallorca, con enclaves como Cala Rajada, Canyamel, Font de sa Cala o Cala Mesquida.
La situación se ha visto agravada una vez que los huelguistas han ido incumplimiento sistemáticamente los servicios mínimos pactados y después de que las diferentes reuniones para negociar una salida acabasen sin acercar posturas. Hasta la noche de este jueves. Los trabajadores de la contrata municipal exigían de entrada un 50 por ciento de aumento salarial -que posteriormente se fue reduciendo- y optaron por forzar la negociación convocando una huelga indefinida en plena temporada turística; el momento de mayor presión para la empresa y para el ayuntamiento con miles de ciudadanos en la zona. Un chantaje en toda regla.
Así, los 60.000 residentes, trabajadores y turistas que la localidad alberga en estas fechas se han convertido literalmente en rehenes de los 31 trabajadores del servicio de basuras; una situación insostenible. El derecho a la huelga de unos pocos no debería prevalecer sobre la salud y el trabajo de miles; especialmente si no se han cumplido las condiciones pactadas para la prestación de los servicios mínimos.
Sería conveniente pensar si procede exigir responsabilidades personales a quienes han llevado al límite esta crisis, ya que -aunque al final se haya resuelto el conflicto- el perjuicio ha sido notable y la indignación ciudadana por tener que soportar malos olores, ratas y calles ocupadas por miles de bolsas de basura y desperdicios tiene difícil compensación.
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