Hace mucho tiempo, tanto que no recuerda cuando comenzó a dibujar, solo sabe que al escudriñar en los recuerdos de la infancia aparecen imágenes de ella con un lápiz en la mano y un cuaderno sobre la mesa.
Mi abuela me compró una caja de pinturas y pocos días después me abrían ficha de alumna en la escuela de Xim Torrents Lladó. A la que fui de manera ininterrumpida durante ocho años y quien haya tenido la oportunidad de asistir a esas clases sabe que el primer año no pasas de un mismo trazo, hasta esa enseñanza de las proporciones se adhiere a ti como un instinto más. Técnica pura, acuarelas, grabados. Incluso días de fiesta y domingos, realizando ejercicios al natural, levantándome muy temprano para aprovechar la luz del sol y esos encajes de lencería invisibles que aparecen sobre el paisaje por unos segundos y desaparecen durante días.
Pero a pesar ese esfuerzo y de esa demostración, sus padres insistían en que debiera de tener una profesión, abogada, ingeniera, lo que fuera.
Sí, tras no pocas discusiones en casa estudié para presentarme a las oposiciones de la Banca March y debo reconocer que soy muy testaruda, lo que me propongo lo hago. Aprobé y acepté ir a la sucursal en Londres por espacio de tres años. Allí amplié mis estudios artísticos. Asistí a talleres de teórica y talleres de práctica, creo que en mi vida he visitado más museos y exposiciones que en ese tiempo. Acababa el trabajo y me iba a pintar por Hide Park y tuve contacto con muchos artistas. Me inicié en la escultura, en la fotografía, y en el modelado de joyas de diseño.
La historia nos demuestra que en el interior de cada artista reside algo indómito y después de esos ocho años en la academia de Xim Torrens sintió la necesidad de desarraigarse de aquella única manera de interpretar el arte.
Sí, el artista Menéndez Rojas me dio un consejo; “tú no tienes que cambiar de estilo, debes cambiar de técnica”. Me abrió los ojos en aquel momento en el que yo notaba que precisaba imbuirme en nuevos métodos de investigación. Tras ocho años de lápiz y óleo, me pasé al acrílico. En pocos días había entrado en otra constelación. Y desde entonces sé que eso de pensar en alterar el rumbo es permanente.
Una de las cosas que más le agrada es viajar y su bloc de apuntes y su cámara fotográfica se convierten en compañeros inseparables. Todo ese material, un sinfín de anotaciones y de instantáneas, queda como testimonio de sus itinerarios. ¿Van a servir de estímulo para sus obras?
Sin duda, para mi viajar es fuente de inspiración, un tiempo fuera de contexto. Te alejas de la rutina y de los paisajes que te rodean a diario. Te adentras en lo desconocido y tus ojos hacen un ejercicio de máxima atención, intentando captarlo todo. Estás más predispuesta a percibir nuevas sensaciones que vas almacenando. Viajar es dejarse sorprender como me ocurrió la primera vez que fui a La India y me quede prendada de aquella cantidad de contrastes y curiosamente también a Paris pero en este caso por la exquisitez.
Otra de sus pasiones es navegar, dejar atrás la rutina y con la familia hacerse a la mar. ¿Qué sensación le produce estar en mitad de la inmensidad?
Diría que es como una especie de terapia mental. Una manera de desprenderte del estrés, de los agobios de cada día. El viento y el aroma del mar te producen sensaciones de recuperación, de liberación espiritual.
Estar ahí, frente a la línea que une el cielo y la tierra, es una emoción incomparable.
Cuando pensamos en los artistas, solemos añadirles capacidades estelares y en el fondo “solo” son personas dotadas de aptitudes para generar obras en cualquiera de las bellas artes. Pero esa idolatría está en muchos seres humanos, incluso en los propios artistas. En cierta ocasión vivió una experiencia con una persona que admira. Supo que Jenny Saville que en octubre de 2018 se había convertido en la artista viva más cara de la historia en una subasta, ahora visitaba Mallorca.
Sí, ella vino a Mallorca y estuvo unos días en Alaró. Yo siempre me había interesado por su trabajo, admiraba aquellas piezas monumentales de mujeres obesas desnudas y allí me planté, frente a Jenny Saville. Imagínate compartir una conversación con esa dama de Cambridge que había nacido el mismo año que yo y de la que había leído tanto. Me fascinaba su estilo figurativo con ciertas influencias en los trazos de Lucien Freud y puede que también de Rubens. Le agrada pintar dejando de lado la belleza de la mujer y mostrar lo real, los pliegues, las arrugas. Como ella dice; Paisajes del cuerpo.
Me atreví a donarle una de mis telas y ella me correspondió.
Recuerdo ese día como una de las mejores satisfacciones de mi vida.
En sus pinturas, en sus fotografías, en sus esculturas hay evidentes coincidencias, esas raíces que se extienden y se anudan, elementos que se enredan, que se contornean, emergen y regresan a las profundidades.
He pensado en ello en muchas ocasiones pero no sé cuál puede ser la relación de esta similitud entre mis disciplinas. Tal vez sea algo que haya ocurrido en un tiempo remoto. Lo cierto es que tengo cierta inclinación por manipular esos entrelazados, como si cada pieza fuese un laberinto.
Un repaso por las obras de Carolina Amigó, nos induce a percibir señales que va dejando en sus reliquias, como mensajes en clave. Está claro que le satisface compartir sus emociones. En una de sus exposiciones que tituló “Sumergits”, se expresaba diciendo que le agradaría sumergir al espectador en un espacio rodeado de naturaleza, hacer entender su deseo de conservar inalterable un fragmento de la inmensidad de las profundidades del mar.
Ha continuado estudiando diseño de joyería que lo defiende como arte, por las proporciones, expresión del dibujo, del modelado, el 3d. Y si nos centramos en la joyería contemporánea podemos remitirnos a la investigación con nuevos materiales y nuevos procesos. ¿Qué le motiva de la joyería?
Para mí, es una expresión artística de las más completas que existen, ya que abarca múltiples técnicas artísticas. Desde el dibujo para el boceto, al maquetado mediante escultura y modelado, diseño 3D, estudio de la luz y del color, incluso escenografía, pues debes interactuar con ella.
Me gusta la idea de poder llevar una obra de arte. De hecho, mi proyecto final de joyería para la Escuela Superior de diseño con el que el año 2019 obtuve el Premio Extraordinario, se llamaba “The wearable piece of art”. Que tendría una traducción algo así como: “La obra de arte que puedes llevar puesta”.
Es un nuevo lenguaje con el que crear, expresar y representar.
Conocemos esa faceta suya que resulta de engendrar creaciones artísticas, sabemos que viaja, que navega ¿pero en ese tiempo que utiliza para dedicarse a otros menesteres, existe otra Carolina?
Sí, existe una Carolina pacífica, tranquila y nerviosa a la vez, impaciente y al tiempo positiva. Intento quedarme con lo bueno de las lecciones de la vida. Tengo amigos que me han acompañado siempre (eso es una gran suerte) y me aceptan tal cual soy, porque me cuesta separar una cosa de otra. Sin estar en modo artista, sigo actuando como tal. De lunes a domingo, desde que te levantas hasta que te acuestas, incluso cuando duermes. En realidad no sé cuando soy o dejo de ser artista. – Y suelta una carcajada… ja, ja, ja, ja, ja,ja.
Hemos vivido y seguimos viviendo un tiempo convulso que a más de uno le cambiado la vida. ¿Cuál es la situación actual de Carolina Amigó?
No estoy en un punto concreto, me muevo continuamente. Sigo creando cada día, ya sea una nota, un boceto, una cera, una escultura, una selección de fotografías, un nuevo proyecto. Siempre procesando, pensando, clasificando, experimentando, creciendo. Creo que lo importante es la constancia, obligar con el trabajo a que aparezca la inspiración.
Sus ojos desprenden delirio, sus elegantes gestos dejan patente sus intenciones de que nada es insuperable, el patrimonio espiritual que le pertenece, aparece de pronto sin especular, transmite enardecimiento, rebosa entusiasmo, ganas de superar otro estado, otra meta, otra dimensión. Sus palabras se agitan como alas y de repente vuela y describe un simple matiz al que otorga la envergadura de un gigante. Profundiza en cada paso, en cada pensamiento se abre una nueva puerta, lo anterior es efímero una milésima de segundo después de haberse producido. La práctica y la técnica han dejado paso a sus sensaciones y lo más probable es que nunca más vuelva a necesitar ni a la una, ni a la otra.