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Caos sobre el caos

lunes 25 de agosto de 2014, 20:17h

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El número de infectados y muertes por la epidemia de Ébola en África occidental sigue creciendo sin control. Cada día se suman nuevos casos en los cuatro países en los que hasta ahora se detectado la enfermedad. En Nigeria ya no hay duda de que la infección se ha establecido e incluso se ha producido el fallecimiento de una médico, que se infectó al tratar al primer paciente muerto en ese país, un estadounidense procedente de  Liberia y que murió en un hospital de Lagos, la ciudad más poblada, antigua capital y centro económico, financiero e industrial. También la República Democrática del Congo (antes Zaire) ha comunicado la detección de dos casos en una provincia del norte del país, aunque informaciones preliminares parecen indicar que se trata de una variante diferente del virus. Si se confirma este hecho, nos encontraríamos ante dos epidemias simultáneas de infección por Ébola, lo que, dependiendo de cuanto se extienda este segundo brote, añadiría un factor de complejidad y gravedad a la situación actual, cuya exacta dimensión no se puede predecir en este momento, pero que sin duda tendría un impacto importante sobre los estresados sistemas sanitarios de los países del golfo de Guinea.

Pero donde la epidemia está teniendo consecuencias más desastrosas es en Liberia. Es el país en el que se han detectado más casos y más muertes y donde la situación política y social se está deteriorando y desestabilizando con más rapidez. Algunas decisiones del gobierno, sobre todo la cuarentena decretada sobre el barrio de West Point de la capital, Monrovia, uno de los más pobres y populosos, con unos 75.000 habitantes y el toque de queda nocturno, no hacen sino añadir caos al caos. La medida se ha tomado, según el gobierno, para evitar situaciones como la de unos infectados que huyeron de un centro de aislamiento, que estaba siendo saqueado, o la del traslado y abandono de cadáveres en plena calle durante la noche. Sin embargo, la confrontación de la población con la policía y los disturbios subsiguientes no han hecho sino incrementar la volatilidad de la situación.

Lo peor es que esta epidemia se está llevando por delante la escasa infraestructura sanitaria del país. A las muertes de muchos médicos y enfermeros se ha de añadir el cierre de la mayoría de centros sanitarios y hospitales, excepto los que están dedicados a los enfermos de Ébola, lo que deja a la población sin los ya escasos recursos sanitarios a los que tenía acceso. Tampoco las personas acuden a los pocos centros que aun funcionan, por miedo a contagiarse y tampoco casi nadie quiere atender a personas enfermas, por miedo a que padezcan el Ébola. Muchas infecciones de todo tipo, abundantes en la zona, tienen síntomas comunes o similares a los del virus, por lo que los enfermos son repudiados y abandonados a su suerte

Si no se endereza esta  situación, vamos a asistir a un crecimiento explosivo de casos y muertes por otras enfermedades infectocontagiosas prevalentes en esa zona de África, especialmente el paludismo, la tuberculosis, las gastroenteritis, la meningitis, así como por la desnutrición y la violencia. La desestabilización social puede sumir a Liberia, país con instituciones muy frágiles, que apenas se están empezando a consolidar tras los años de guerras civiles, de nuevo en el caos, con el surgimiento de nuevos enfrentamientos entre facciones y etnias e, incluso, de nuevos señores de la guerra que lleven al país a otra espiral de violencia salvaje, asesinatos y mutilaciones masivos, reclutamiento de niños soldados y niñas esclavas sexuales, como la que padeció bajo el mandato del infame Charles Taylor, afortunadamente condenado a 50 años de cárcel por crímenes de guerra y de lesa humanidad, cometidos durante su intervención en la guerra civil de Sierra Leona, por el Tribunal Penal Internacional de La Haya.
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