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C < rB: Mutación genética y Neus Truyol

Por Fernando Navarro
viernes 22 de diciembre de 2023, 06:00h

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A ustedes les parece una noticia reciente, pero todo empezó hace decenas de miles de años. Concretamente cuando un primate sufrió una mutación en su estructura genética que lo predispuso a ser más cariñoso con su crías, e incluso a sacrificarse por ellas. Y la pregunta, desde el punto de vista de la selección natural, es esta: ¿cómo pudo prosperar ese gen cariñoso, si reducía las posibilidades de supervivencia de su portador en comparación con las de los que no lo tenían? Hubo que esperar a que William D. Hamilton, en los años 60, presentara su tesis para entenderlo. Y luego hubo que esperar un poco más porque estaba tan llena de matemáticas que sus profesores no entendieron ni papa. Una vez descifrada, la tesis de Hamilton venía a decir lo siguiente. Las probabilidades de supervivencia de los hijos se acrecientan con la capacidad de sacrificio del padre, y cada uno de ellos tiene un 50% de probabilidad de heredar ese mismo gen afectuoso. Si el saldo es favorable –si el riesgo para la supervivencia que asume el progenitor abnegado al enfrentarse a un tigre dientes de sable, es inferior al aumento de las probabilidades de supervivencia de sus descendientes, ponderado por las probabilidades de que éstos que lleven ese mismo gen- el cariño parental puede acabar imponiéndose en el acervo genético de la especie. Esa es la fórmula que abre esta columna: si el coste en que incurre el altruista es inferior al beneficio que obtiene el descendiente, ponderado por su grado de parentesco, el gen de altruismo familiar prosperará. Y así fue: todos nosotros llevamos el gen de ese extravagante primate abnegado al que sus egoístas contemporáneos contemplaron con desdén. Por eso tendemos a querer y proteger a nuestros parientes. Y por eso, como un subproducto, existe el nepotismo. Tal vez entonces les consuele entender que, al adjudicar contratos a dedo a sus progenitores, Neus Truyols demostraría que es, a fin de cuentas, un homínido cariñoso. Corrupto, tal vez, pero cariñoso. ¿Y no es hermoso subordinar al cariño la transparencia, libre concurrencia y no discriminación que exige la ley de contratos?*

Querido lector, si ha llegado hasta aquí a pesar del título y contenido de esta columna le diré que estamos en un momento especial. La revolución de la psicología evolutiva ha descubierto un prometedor territorio que, una vez cartografiado, nos podrá ayudar a entender mejor cómo funcionamos, y no sólo de frente para abajo como hasta ahora. Nos ayudará a entender nada menos que la razón, con sus sesgos y sus limitaciones: ya les adelanto que no evolucionó exactamente para descubrir la verdad, sino para servir de agente de publicidad de su portador ante la tribu. Y a comprender nuestros fundamentos morales. Y, claro, a aportar soluciones que favorezcan sociedades pacíficas y estables en las que impere la cooperación. Desgraciadamente esta revolución científica ha coincidió con otra religiosa: el llamado woke, que niega la biología y atribuye todos los males a siniestras construcciones culturales de occidente al que, por alguna razón, odian.

La psicología evolutiva nos ayuda también a entender que es irrelevante que Neus Truyols se defina como de izquierdas o de derechas. Lo realmente significativo es que pertenece a un partido tribalista, que fía su éxito político a estimular nuestra tendencia natural –otra vez la biología- a dividir el mundo entre Nosotros –los buenos- y los Otros, los causantes de todos los males. Lo hace a partir de criterios etnolingüísticos, como anteriormente se hizo con criterios raciales y en el futuro vaya usted a saber. Eso ayuda también a entender que, aunque se defina como progresista, su ideología es profundamente reaccionaria. Porque, a diferencia de los nacionalistas, los valores ilustrados que definen nuestra sociedad occidental –un verdadero oasis, aunque les pese a los woke- aspiran precisamente a construir una única tribu, la de la humanidad. Y, querido lector, si ha conseguido aguantar hasta aquí le doy las gracias y aprovecho para desearle Feliz Navidad.

* La respuesta es no.

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