50 días en la Uci de Quirón Palmaplanas

Si algo nos ha quedado claro a la familia durante estos 50 largos días de nuestra madre en la Uci es que NO ESTAMOS SOLOS.

Probablemente la peor época de nuestras vidas (por razones obvias) ha venido acompañada paradójicamente de las mejores vivencias. El crecimiento personal ha sobrevenido por imperativo categórico; no había otra que pasar por el tubo.

La cuestión es que uno, al saberse amado y cuidado, no tira la toalla: nos hemos sentido muy bien atendidos y acompañados por todo el personal de de la UCI en particular y del hospital en general. Y es que en estos momentos donde la distancia física es de obligado cumplimiento, una cálida comunicación no es tarea fácil de llevar a cabo con éxito.

Nos hemos encontrado con gente de primera categoría en todos los sentidos pero, sobre todo, de matrícula de honor en lo más importante; la HUMANIDAD.

Nuestra madre relata sus días en UCI con una clarividencia que abruma a quien sabe de dónde viene y lo que no para de repetir es “no sabéis lo bien que me han tratado “o “soy una auténtica privilegiada”. La visita del cura, la radio y la recuperación de su móvil marcaron un antes y un después en la UCI.

Ella dice que había algo que tiraba de ella, algo que no le dejó rendirse en los momentos más oscuros. Ese “algo” no nos cabe duda que eran las oraciones de todo el mundo que la quiere (que no es poca, sea dicho).

La Uci da vida, como dice un buen amigo de Barbarita. Las personas que allí trabajan se dejan la piel en ello y nosotros no nos hemos sentido nada solos porque no lo hemos estado.

Dios nos ha escuchado y no ha permitido que estuviéramos desamparados.

Gracias.

Familia Homar y Ferrer de Sant Jordi